Este artículo se publicó hace 15 años.
Miguel golpea un balón durante dos horas al día sin que se caiga al suelo
Miguel Hernández es un tinerfeño que prefiere no decir su edad y que cada día golpea el balón durante dos horas en la capital tinerfeña para hacer deporte y llamar la atención, sobre todo a los más jóvenes, para que se den cuenta de que ellos también tienen facultades.
Comenta que el mérito en realidad lo tiene su mujer, pues considera que no todas aguantan a una persona que todos los días, durante treinta años, llega a casa del trabajo y se cambia para estar durante dos horas golpeando un balón de fútbol.
Miguel, que es natural del municipio tinerfeño de La Orotava, dijo a Efe que se dio cuenta de sus cualidades cuando era niño y en las carreras con los otros chicos llegaba el primero.
Trabajador en la empresa eléctrica Endesa desde hace 36 años, Miguel Hernández se ufana de que nunca ha estado de baja, y comenta con ironía que algunas personas se ríen de ese hecho porque, reconoce, ahora la gracia es estar de baja cuanto más mejor.
Miguel destaca que el ejercicio que hace cada día es importante porque abarca muchos deportes, pues asegura que sirve para practicar fútbol, baloncesto u otro deporte, pues exige mucha concentración y coordinación.
Se hace ejercicio con todas las partes del cuerpo y cuando se da una patada al balón hay que estar pendiente de la siguiente, explicó Miguel Hernández, quien cada minuto golpea la pelota entre 60 y 70 veces, sin que se caiga al suelo.
Miguel comenta que estuvo en la selección juvenil de baloncesto de Canarias y que no entiende a los deportistas que a los 30 años "se funden", cuando los hay que a los 40 están activos porque se cuida, y anima a los más jóvenes a quitar tiempo de ver la televisión y de jugar con el ordenador, para dedicarlo al deporte.
Es partidario del uso del ordenador para estudiar, pero no para perder el tiempo.
Los viernes y sábados, Miguel tiene como "rutina" jugar a baloncesto hacia la una de la tarde y durante una hora, para a continuación subirse a la bicicleta y trasladarse a la playa de Las Teresitas, que está a siete kilómetros de la capital tinerfeña.
Una vez en la playa, Miguel golpea un balón de fútbol durante unas dos horas, come, bebe una cerveza y vuelva para casa, pues hay que sacar el perro a pasear.
Miguel asegura que lo que hace es una forma de vivir, y aunque reconoce que hay que tener aguante para llevarlo a cabo todos los días del año anima a que se siga su ejemplo.
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