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El mito que creció a golpes

Norman Mailer estaba presente en 1971 en el 'combate del siglo' para contar cómo la primera gran derrota del gigante Muhammad Ali le erigía en un héroe de carne y hueso. Escribió el reportaje 'En la cima del mu

PEIO H. RIAÑO

Él era la mayor víctima de la injusticia en Norteamérica, el despertar de la conciencia negra por la fuerza. Había sido inhabilitado del ring durante tres años y medio por declararse objetor de conciencia: 'A mí ningún vietnamita me ha llamado negro' (nigger), dijo cuando le llamaron a filas. Y de esa manera Muhammad Ali también se convirtió en referencia para los excluidos y los ciudadanos que sentían un odio genuino contra la guerra de Vietnam.

Para Norman Mailer, también fue el mayor narcisista del planeta. El escritor le siguió de cerca durante su carrera deportiva. Su primer acercamiento por escrito al mito con puños de cuero fue durante la derrota de Ali frente a Joe Frazier, en 1971. El reportaje titulado En la cima del mundo, recuperado al castellano por 451 editores en abril, aprovecha el 'combate del siglo' para tratar el conflicto racial de los años setenta en EEUU y el arraigo del culto a la personalidad.

El siglo XX, según Mailer, aporta un término a la lengua: 'ego', porque es entonces cuando el ser humano se descubre como un ser capaz de proezas monumentales y pesadillas destructivas. Un ser que ha hecho todo en función de 'ese extraordinario estado mental que nos da autoridad para declararnos seguros de nosotros mismos aun cuando no lo estamos'. Y Muhammad Ali se presentó como el más perturbador de todos los egos, incapaz de ceder su lugar a los demás actores. 'Como una cotorra de un metro ochenta, Ali no deja de gritar que él es el centro del escenario', escribe.

'Ven y agárrame, idiota. No puedes porque no sabes quién soy soltaba Ali. No sabes dónde estoy. Soy inteligencia humana y tú ni siquiera estás seguro de si soy el bien o el mal'. No fue casualidad que Ali bautizara a sus dos caniches Angel y Demon. Mailer recoge todos los datos que puede para argumentar sus conclusiones acerca de la personalidad del boxeador. Siembra el reportaje literario de claves que, en ocasiones, abigarran la prosa espontánea de imágenes hagiográficas desmedidas: 'El gran Ali en la lona impávido, cantándole a las sirenas en medio de las tenebrosas nieblas del callejón oscuro', cuenta en el relato de la primera gran derrota.

Pero el mito necesita de testigos que alimenten su ego infinito y en ese lado de la barrera está Mailer, pronunciándose a favor de la gesta, echando paladas de epopeya: '¡Por todos los diablos! ¡¿Podrá América soportar la espera de algo tan grandioso como el segundo combate Ali-Frazier?!'.

El escritor toma la crónica como único camino válido para acercarse a la vida que le rodea. Sus argumentos se ciñen a la voluntad de búsqueda entre los elementos del inconsciente de la clase media americana, en la que aparecen los personajes tal cual son, con voz propia para revelar miedos y ambiciones. El realismo social, dispuesto a mostrar las contradicciones políticas y sociales, las hipocresías morales de EEUU, a partir de los conflictos psíquicos del individuo. Era su manera de trabajar: localizaba el mal y lo miraba a través del ánimo y los conflictos del protagonista.

Ali se sostuvo, tal y como deja ver Mailer, gracias a no defraudarse a sí mismo. Necesitaba todas aquellas exhibiciones de ego para no caer en el temor del fraude y del fracaso. El boxeador se repite una y otra vez lo grande que es. Lo pronuncia en alto para hacerse a sí mismo. 'Es la repetición de una afirmación lo que convierte algo en una creencia. Tras convertirse en una creencia se convierte en una profunda convicción, y es entonces cuando las cosas empiezan a ocurrir', llegó a decir Ali. Norman Mailer lo resumía en que había un punto en que el boxeo seguía pareciéndose a una pelea callejera: 'En la necesidad de confiar en la victoria'.

En la cima del mundo es un campo de trabajo en el que a grandes pinceladas apasionadas y colmadas de energía, escoge al mito del boxeador para descubrir un nuevo discurso: 'Ali es y será siempre el primer psicólogo del cuerpo', escribe. En otro momento: 'El boxeo es un debate fugaz entre dos inteligencias. Ocurre muy rápido porque se ejecuta con el cuerpo a cuerpo y no con la mente'. Y en el límite de lo incorrecto: 'Si uno es blanco y quiere sentirse cómodo, lo que hace es poner todo el énfasis en aprender a hablar con la mente. En las culturas de los guetos, los negros, puertorriqueños y chicanos, al tener menos expectativas respecto al confort, tienden a aferrarse a la sabiduría que les proporciona su cuerpo'.

Mailer ha descubierto que los cuerpos hablan: 'La era de la psicología corporal había comenzado. Y [Cassius] Clay estaba allí para darle forma', cuenta para explicar que empezaba el asalto mucho antes de subir al ring, con el bombardeo emocional a sus contrincantes. Su gesta necesitaba descaro, había tomado 'la decisión de ser un negro de los que no se dejan atrapar por los blancos', como contó Ali en la revista Black Scholler, y que el escritor Andrés Barba recoge en el extenso prólogo a esta edición. Clay fue Ali, un príncipe negro, un noble para su pueblo, un nuevo rey de la polémica. Todas las lecciones las aprendió con una comprensión profunda de las motivaciones de su gente. Y Mailer lo cuenta cargado de frases masivas llenas de adjetivos, una elocuencia propia de la retórica más que de la poesía. Pero esto es un combate de boxeo.

Para Barba, en su interpretación del mito, el púgil fue un sufridor nato, un corredor de fondo: 'Ali sabe que es un gigante porque está sobre los hombros de un gigante: el gigante del dolor, de la humillación y de los atropellos que durante siglos ha sufrido la raza negra'. Para Mailer, Ali demostraba con su derrota en 1971 que era un hombre, que podía ser noqueado y que volvería a pelear por su orgullo. El mito era indestructible gracias a su humanidad.

Las intenciones de Mailer con su reportaje eran las mismas que las que dejó por escrito Don Delillo en su novela Body Art, y que resume en qué consiste cualquier escrito: 'Trata de quiénes somos cuando no estamos ensayando quiénes somos'. Ese es el pulso que busca Mailer para contar las historias de la sociedad estadounidense, cuando está desprevenida.

Leyendas

Ali podía soportar la tortura física y mental y, aún así, seguir en pie, contaba Mailer en su crónica. Mailer escribía contra el saco de arena con todos los datos y toda la rabia, para mantener la intensidad de la lectura del combate de toda una vida.

Voluntad

La fatiga que experimenta un boxeador durante los asaltos es una extorsión de la voluntad, escribe el autor. Un esfuerzo propio de las exigencias de su pelea con el ejercicio de la escritura.

Narcisistas

Norman Mailer arranca el texto con la idea de que el siglo XX fue el siglo para recrear el ego, para hacerlo crecer por encima de los miedos y los límites. 'Declararnos seguros de nosotros mismos aun cuando no lo estamos', ser el centro del escenario, ya sea con dos guantes de boxeo, sea con una máquina de escribir a pie de acontecimiento.

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