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Morella-Benicàssim, una fusión de sensaciones

Los dos municipios castellonenses se han unido en un proyecto común para la promoción turística de sus atractivos.

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Mar y montaña, tradición y modernidad, deportes de aventura, festivales de música, desiertos, acueductos, rutas gastronómicas, museos con historia... Todo un diverso muestrario de posibilidades que se ofrecen al viajero inquieto.

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Ambos ayuntamientos han presentado un nuevo y original proyecto para la cooperación turística de estos dos municipios. La apuesta Benicàssim-Morella es mucho más que una suma, ya que son dos destinos muy diferentes, por lo que hay un gran espacio de complementariedad. Estos dos destinos pretenden recuperar el arte de vivir, la Dolce Vita al más puro estilo mediterráneo.

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Morella es una localidad de interior con un patrimonio monumental y natural de ensueño: pasear por sus calles es como viajar en el tiempo. Y Benicàssim es uno de los destinos de referencia dentro de la costa mediterránea.

Morella, desde la atalaya
Desde la lejanía se avista una imponente mole con forma de pirámide truncada. Nos acercamos y ya se distinguen las murallas que rodean la ciudad y el soberbio castillo que enseñorea este gigantesco zigurat.

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En el interior espera al viajero una ciudad viva, llena de sabores, aromas y sonidos. Paseando por sus calles empedradas, encontramos infinidad de rincones únicos. Como la escalera de piedra labrada de la Arciprestal de Santa María, el delicioso claustro de las ruinas del convento de San Francisco, la sutileza de su acueducto gótico del siglo XIV o sus elegantes casas solariegas.

Y sobre lo demás, su Castillo, dominando aún un mar de montañas. El paso de numerosas civilizaciones han dejado su huella en esta impresionante construcción habitada ininterrumpidamente desde el tercer milenio antes de Cristo. Cada piedra encierra historias y leyendas, alianzas y conflictos, amores y traiciones. Las casas morellanas se extienden a los pies del castillo, como un dédalo de tejados rojizos.

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Destaca entre todos los edificios, la Iglesia Arciprestal de Santa María la Mayor, uno de los templos más bellos del Mediterráneo. Edificio gótico que reúne en una misma fachada dos puertas de gran interés, la de los Apóstoles y la de las Vírgenes. En el interior de  destaca sobremanera la escalera de caracol que da acceso al coro, así como en el Pórtico de la Gloria, el Juicio Final, el altar mayor barroco churrigueresco, los grandes y coloristas rosetones de vidrieras originales de la escuela valenciana del siglo XIV y el órgano monumental del siglo XVIII. Hoy, aún se puede disfrutar con el sonido pleno de los 4.000 tubos de este instrumento, en el marco del Festival Internacional de Música de Órgano que se celebra cada mes de Agosto.

Otra de las tradiciones con varios siglos de historia son las Fiestas del Sexenni, que se celebran cada seis años desde hace más de tres siglos. El próximo será en 2012.

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Siguiendo con nuestra ruta, nos acercarnos a los hermosos palacios y casas solariegas que alberga la ciudad. Elegantes construcciones -las más antiguas datan del siglo XIV- que retienen entre sus muros la historia de un pasado de esplendor. También podemos visitar los diferentes museos de la localidad: Museo Tiempos de Dinosaurios, Museo de Sis en Sis, Museo Imatge o el Museo Tiempos de Historia.

Benicàssim es luz y sonido frente al mar
Benicàssim es un pequeño rincón de la Costa Azahar con sólo 6 kilómetros de playa que aguarda al viajero lleno de luz, mar y tranquilidad. Nos espera un clima cálido, playas de arena fina y una buena gastronomía.

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La playa más importante de la localidad es Voramar, que posee un Paseo Marítimo muy amplio desde donde se contemplan las casas señoriales de inicios del siglo XX. Un selecto grupo de familias castellonenses y valencianas construyeron en esta bahía lo que se conoce como el Biarritz valenciano, un conjunto de villas de gran diversidad y riqueza arquitectónicas.

Benicássim también conserva vestigios de su historia. Antiguamente, la costa benicense era una de las preferidas por corsarios y berberiscos para sus desembarcos, por lo que se construyó una torre vigía, que todavía se conserva en pie: la torre de Sant Vicent, del siglo XVI.

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Aunque hoy día Benicàssim es sobre todo el FIB , la propuesta más multitudinaria del panorama musical de España. Cada mes de julio la ciudad acoge a miles de visitantes atraídos por la música más actual. En la pasada edición, más de 150.000 personas acudieron al recinto. Pero no es sólo música, durante los nueve días que dura, hay también teatro, arte, moda, cursos de verano, danza, cortometrajes, mesas redondas, exposiciones... Un lugar perfecto en el que vivir experiencias únicas e irrepetibles.

A escasos kilómetros el Desierto de las Palmas se nos presenta como contraste y como un oasis de retiro. Su nombre deriva del lenguaje monacal, en el que desierto significaba lugar de retiro. Así fue como, en el siglo XVII, la Orden de los carmelitas eligieron este arbolado paraíso para construir su monasterio. Hoy en día, ofrece múltiples posibilidades para el ocio: visitas culturales, senderismo, equitación o rutas en bicicleta.

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