Este artículo se publicó hace 15 años.
El Museo Picasso muestra por primera vez la obra de Kees Van Dongen
Cerca de un centenar de obras del holandés Kees Van Dongen se exhiben en el Museo Picasso de Barcelona en la primera retrospectiva en España dedicada a uno de los grandes formuladores del fauvismo, que mantuvo conexión con Picasso durante su estancia común en el Bateau-Lavoir de París.
La muestra, que se ha podido ver también, aunque con planteamientos diferentes en cada caso, en el Nouveau Musée National de Mónaco y en el Museo de Bellas Artes de Montreal, confirma el lugar determinante que ocupó Van Dongen en las grandes agitaciones artísticas de principios del siglo XX, especialmente dentro del fauvismo.
El director del Museo Picasso, Pepe Serra, ha destacado que Van Dongen "tuvo un papel único como retratista, a menudo irreverente e hiriente".
Nacido en las afueras de Rotterdam en 1877, Van Dongen desarrolló la mayor parte de su trayectoria artística en París, donde se estableció a partir de 1897.
Influenciado en sus inicios por la pintura simbolista y por los claroscuros de Rembrandt, su obra toma un cariz realista y de fuertes connotaciones sociales -ligada a sus ideas políticas anarquistas- durante su etapa parisina, donde coincide con Picasso.
Picasso y Van Dongen tenían talleres contiguos en el Bateau-Lavoir y además compartían modelo, la entonces compañera del pintor malagueño, Fernande Olivier.
El trabajo con Fernande, remarca el comisario y conservador jefe del Centro Pompidou, Jean-Michel Bouhours, permitió a Van Dongen experimentar en el arte del retrato, del cual se convirtió en un maestro.
A lo largo del recorrido expositivo, el visitante puede constatar que Van Dongen y Picasso compartieron un mismo gusto por "la elegancia provocadora y bárbara" de la mujer, atraídos por los bajos fondos parisinos, las prostitutas y las bailarinas de barraca de feria.
En la exposición, que estará abierta al público hasta el próximo 27 de septiembre, están presentes aspectos poco conocidos y en ocasiones malentendidos de la obra del artista, como su interés por los temas orientalizantes o de referencias españolas, así como parte del trabajo de su etapa final, centrado en los retratos de carácter mundano.
En el Museo Picasso se pueden contemplar no sólo algunas de sus pinturas realizadas entre principios de siglo y los años veinte, sino también piezas de otros ámbitos de expresión que el artista holandés cultivó, como la ilustración y la obra gráfica.
Para acentuar el tráfico de influencias que se produce en el arte en esos inicios del siglo XX -el público verá citas o influencias de Matisse, de Dérain, de Braque o incluso de Klimt-, en algunas salas se confrontan las obras de Van Dongen con piezas de Picasso.
Son extraordinariamente parecidos los dos retratos que Picasso y Van Dongen hicieron de sus respectivos padres.
El comisario ha preferido ordenar las obras según un criterio cronológico, porque permite entender mejor la evolución del pintor, pero también para evidenciar sus inquietudes recurrentes, sus rasgos y sus características más personales.
Al final de la exposición, se muestra un Van Dongen convertido en una especie de Gran Gatsby holandés, que refleja en su arte la vida mundana de los felices años 20 primero de París y después de Mónaco.
La exposición no olvida además la relación del artista con Barcelona, que se produjo con motivo de la exposición individual que las Galerías Dalmau dedicaron a Van Dongen en 1915.
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