Este artículo se publicó hace 15 años.
Todo lo que necesitas para rodar es una pistola y un gay
Tom Ford y Jaco Van Dormael cierran el festival con 'A Single Man' y 'Mr Nobody'
El diseñador de moda Tom Ford nunca ha escondido que quería rodar una película. Tampoco que vive con un hombre desde hace dos décadas. Así que a nadie le extrañó mucho que eligiera debutar en el cine adaptando Un hombre soltero (Christopher Isherwood,1964), una de las primeras novelas en las que un gay vivía su sexualidad con normalidad. "No es una película política. Es una historia sobre darse cuenta de la importancia de las pequeñas cosas en la vida. Habla sobre el amor y la soledad", explicó ayer Ford.
Decía Jean-Luc Godard que todo lo que necesitas para rodar una película es una pistola y una chica. Pues Ford sólo necesita una pistola y un chico... con ganas de volarse la cabeza. Su héroe es un profesor universitario (Colin Firth) que perdió las ganas de vivir cuando murió su novio. A Single Man cuenta un día cualquiera de un hombre a punto de suicidarse: se levanta, mea, flirtea con sus alumnos... Pero Ford sustituye la cotidianidad sin artificios del libro por el esteticismo.
'Mr Nobody' es fascinante y agoradora, como este certamen
El conflicto emocional queda aquí asfixiado por la artificialidad visual de un cineasta que bascula entre lo bonito y lo cursi (la disparatada escena en la que Firth liga en las calles de Los Ángeles con un chulazo madrileño es digna de una antología de la historia del kitsch).
Pero lo de A Single Man parece un ejercicio de sobriedad prusiana comparado con el delirio visual de Mr Nobody, salvo que el filme del belga Jaco Van Dormael es más interesante que la ópera prima de Ford.
El último hombre"Mi película habla sobre el amor y la soledad", dice Tom Ford
El director de Totó, el héroe (1992) y de El octavo día (1996) tira la casa por la ventana para contar la historia del señor Nadie, el último hombre con fecha de caducidad en una Tierra donde todos son inmortales. Los habitantes del futuro no saben muy bien de dónde ha salido el anciano, convertido en una atracción de feria, así que un periodista le entrevista para escribir su biografía, que resulta ser una historia contradictoria que parece salida de varias cabezas diferentes.
Van Dormael parece alinearse junto a esas tramas fantásticas (del escritor Philip K. Dick al director de cine David Cronenberg) que reflexionan sobre las escisiones de la identidad y la fragilidad de la realidad (tremenda la escena en la que el señor Nadie comprueba que los edificios de su ciudad no son más que fachadas y que un grupo de helicópteros colocan falsos bloques de mar sobre la playa).
El problema es que el filme se acaba convirtiendo en un melodrama amoroso sobre los bandazos sentimentales. Y la película, lastrada por un bucle de subrayados argumentales, muta en una confusa tesis sobre el drama de tomar decisiones. Resumiendo: Mr Nobody es fascinante y agotadora al mismo tiempo, como este festival de Venecia que hoy termina. Adiós.
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