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Ni gavilán ni paloma

B. CARREÑO

Aunque a la memoria de los mercados le cueste recordarlo, la trayectoria de Jean-Claude Trichet (Lyon, 1942) ha estado plagada de luces y sombras. Trichet llegó al cargo en 2003, en plena formación de la burbuja financiera, con un crecimiento trepidante en muchas de las economías del euro. Y cumplió con el papel que se le había asignado, el de guarecer a la moneda única de las presiones inflacionistas.

El francés supo, rodeado entonces por economistas ortodoxos, domar el caballo desbocado de los precios en una economía que iba como un cohete. Ni siquiera los desorbitados niveles de inflación de países como España, que bajo su mandato ha sobrepasado el 5% de IPC, lograron horadar su férrea disciplina sobre el control de los precios. Trichet se va con el orgullo de haber logrado ser más efectivo incluso que el Bundesbank el banco central alemán. Ayer mismo hizo gala de este mérito, pese a que jugaba fuera de casa, en Berlín, en una de las dos sesiones que el BCE hace al año en la capital de algún país del euro.

Conocido como 'el equilibrista', logró acompasar el ritmo de crecimiento de las economías mediterráneas y centroeuropeas. Sin embargo, el estallido de la burbuja truncó su buen hacer. La decisión de subir los tipos de interés en el verano de 2008, cuando muchos indicadores apuntaban a una recesión, ha sido considerado como uno de los mayores errores de la crisis. La subida puso en la picota a los países más endeudados, ahora conocidos como 'periféricos'.

Tal vez para remediar ese fallo garrafal, Trichet se mostró en los primeros compases de la crisis como uno de los líderes más activos. Junto con Gordon Brown, derrotado al poco tiempo en las urnas, y el director gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn, ángel caído del Olimpo financiero, Trichet animó en los primeros meses a tomar todas las medidas heterodoxas posibles para frenar la recesión a nivel mundial.

La incipiente, y puede que frustrada, recuperación pilló con el pie cambiado al francés. En un momento de indefinición económica y de crisis política en Europa, las luchas en el BCE se volvieron cruentas. Las precipitadas salidas del que estaba llamado a ser su sucesor, Axel Weber, y del otro halcón de la institución, Jürgen Stark, dejan entrever cómo el economista ha tenido que remar contracorriente en el último año. Con el relevo de Draghi anunciado con meses de anticipación para contentar a los mercados, Trichet poco más ha podido hacer que no ahogarse en lo que ayer calificó como 'aguas turbulentas'.

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