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Ni lo intentes

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De los libros póstumos de Bukowski, La gente parece flores al fin es el último, seguramente su "testamento" literario, si hacemos caso a su editor John Martin. Pero uno no puede evitar la sospecha de que la (inteligente) selección y ordenamiento de estos poemas no sea obra de Bukowski, sino el resultado de un acuerdo entre Martin, su editor de siempre, y los herederos del poeta. Un orden que hace hincapié en el final de una biografía en perpetua guerra contra la quietud, la tranquilidad y otras maneras de muerte doméstica.

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Un Bukowski nostálgico (sin perder mala leche) que también corrige, modifica y reelabora versos ya publicados para mostrarnos que el aparente desarreglo de su estilo es fruto de un trabajo exigente, un precario orden robado al caos de su vida. Y la traducción de Eduardo Iriarte sabe reproducir esa soltura, secretamente aprendida de la tradición experimental norteamericana de autores como William Carlos Williams.

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La gente parece flores al fin es un gran libro. Uno de los mejores de Bukowski en el género que sea. Se puede leer como un diario de vejez o un conjunto de hilarantes relatos en verso. Aquí está su álter ego, Henry Hank Chinaski, con cuatro de sus monotemas: borrachos, mujeres, escritores y caballos. Borrachos en éxtasis al descubrir su coche perdido en la calle, un lugar donde dormir la borrachera para recomenzar la vida pasado mañana... Mujeres con las que no se cumple o follan con un idiota o sencillamente son una salvación breve. Escritores vanidosos que comen lengua de vaca hervida mientras sueltan una perorata contra su propia mediocridad. Y caballos, es decir, apuestas y animales que giran a mitad de carrera para volver a la salida.

Bukowski también regresa a la salida. Vuelve nostálgico, pero duro y sin ninguna respuesta para tanto desperdicio vital. Sólo la imagen de un veinteañero en una pensión con una botella debajo de la cama y un periódico con ofertas de trabajo tirado en el suelo, y la idea del que sería su epitafio: Ni lo intentes.

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El desamparo de los personajes de Bukowski -de sus relatos, novelas y poemas- tiene algo de místico: una religión de los perdedores, de los que sólo pueden encontrarse porque antes se han perdido. Pero quizá hablar de religión con Bukowski -¿o de escatología?- sea exagerado y él mismo se anticipe a decir: "Ser capaz de rascarte y / mostrar indiferencia es victoria / suficiente. Esas mentes estreñidas que buscan / un sentido más alto / serán despachadas con el resto / de la basura".

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