Este artículo se publicó hace 15 años.
En Nicosia sigue en pie el último muro urbano del mundo
Imperturbable ante la erosión producida por las efemérides de la Guerra Fría, en Nicosia sobrevive el último muro urbano del mundo. La capital continúa dividida, bajo arbitrio de la ONU, como la propia isla, en la que conviven la moderna República de Chipre, miembro de la Unión Europea, y la República Turca del Norte de Chipre, un Estado de facto sólo reconocido por Turquía.
Los chipriotas se mueven con facilidad pero con pasaporte en las dos partes de la ciudad, separada por la línea verde que controla la ONU. El conflicto, arrastrado desde la invasión turca del tercio norte de la isla, en 1974, es un ejemplo de las heridas a medio cicatrizar del viejo continente.
En Europa existe una doble frontera, internamente invisible pero infranqueable desde el exterior. Entre la mayoría de países de la UE, además de otros como Noruega o Islandia, existe una libertad de circulación interna que contrasta con la severidad de las fronteras externas, definidas en el espacio Schengen.
La lucha contra la inmigración irregular es el hilo conductor de una política de fronteras que ha blindado en los últimos años a la UE. La directiva de retorno, que permite a la UE detener durante 18 meses a inmigrantes sin documentación, o el refuerzo de la agencia FRONTEX, que financiará vuelos de repatriación, ponen en tela de juicio la idea de una Europa integradora.
En su lugar, la porosidad de las fronteras ha pasado a ser una variable en la ecuación que conjuga la salud de la economía y la utilidad circunstancial del inmigrante en el mercado laboral. Países latinoamericanos han criticado la doble vara de medir de la UE, compuesta por "naciones tradicionalmente generadoras de corrientes migratorias" que en pleno siglo XXI "no reconocen, en función del principio de reciprocidad histórica, la responsabilidad compartida" de los flujos migratorios, según las conclusiones del Mercosur en 2008.
El extremado celo fronterizo de la UE se ganó, en septiembre, la condena unánime de ONG, que censuraron la repatriación en alta mar por parte de Italia de 250 inmigrantes procedentes de Libia sin analizar las demandas de asilo.
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