Este artículo se publicó hace 15 años.
"No hay literatura sin memoria"
Juan Marsé defiende la memoria histórica en su discruso de entrega del Premio Cervantes, para tratar de no olvidar que fue "esquilmada y manipulada"
Charnego de Monte Carmelo, desarraigado y sin trabajo, soñador y sin conciencia de clase, así era el Juan Marsé que en 1959 se hacía escritor gracias a la tutela de Carlos Barral y Víctor Seix y un granado comité de lectura que vio en su primera novela las expectativas de un nuevo "escritor obrero", con una narrativa de denuncia. Un halagador pronóstico que "a su debido tiempo se encargaría de desbaratar". Con Juan Marsé entraron, junto a los notables, en la Universidad de Alcalá de Henares a recoger el Premio Cervantes los tebeos, las películas ("las de amor y las de risa"), Woody Allen, Groucho Marx, las novelas de quiosco, un don Quijote pagado a cómodos plazos, Julio Verne y Emilio Salgari la educación sentimental que le dio alas a la imaginación.
01 ANÓMALO
Lo que es y lo que representa
Que un novelista haga referencia a los dos poetas que le precedieron en los anteriores Cervantes no es normal. El recuerdo para Antonio Gamoneda, que siguió las palabras de Juan Marsé sin abrir ojo, y para Juan Gelman fue la confirmación de que la poesía le daba la bienvenida al máximo galardón de las letras españolas. Tampoco es habitual que el premiado asegure, con humor y lejos de los discursos, que hubiera preferido ser poeta.
"Soy un catalán que escribe en lengua castellana. Yo nunca vi en ello nada anormal", contaba para apuntar que hay quien piensa que eso es una anomalía, "un desacuerdo entre lo que soy y represento y lo que debería haber sido y haber quizá representado". Añadió con sorna que, puestos a elegir, él hubiese preferido ser Ramón Llull, Cervantes o Joseph Conrad, pero es con el nombre que tiene con el que, apuntó tajante, nunca ha querido representar a nadie más que a sí mismo.
Insistió en el hecho bilingüe hasta en los deberes que la televisión tendría que marcarse. Y volvió a aclarar que la dualidad lingüística catalana no supone ninguna amenaza ni es motivo de preocupación. "Nos enriquece a todos", afirmó.
02 MEMORIA HISTÓRICA
Los años de incienso y plomo
La memoria histórica es para Juan Marsé "una cinta de celuloide sensible e inflamable". Y citó a Antonio Machado para hacer ver que en la memoria la verdad está a disposición de quienes la usan. El poema de Machado dice: "En los labios niños/ las canciones llevan/ confusa la historia/ y clara la pena". También acudió a José-Carlos Mainer para buscar otra cita posible a la solución: "La memoria nos construye como seres morales, pero también sabemos que es un hecho privado y mudable, fantasioso y mendaz". A lo que el propio novelista añadió en su discurso que hay una memoria compartida que no debería arrogarse nadie, "una memoria que fue durante años sojuzgada, esquilmada y manipulada. El lenguaje oficial había suplantado al lenguaje real. En la calle y en los papeles las palabras vivían bajo sospecha, muchas cosas parecían no tener nombre, porque nadie jamás se atrevía a nombrarlas".
Parecía otro, lleno de pompa, nervioso y con chaqué, corbata y medalla.Sus palabras fueron un alegato a favor de la memoria y de su recuerdo, un discurso contra el olvido más templado que el de Juan Gelman el pasado año, porque quiso mostrarse consciente de lo que supone todavía recordar aquellos acontecimientos: "En nuestros días con lleva para muchos una carga de dolor y sentimiento, suspicacias y malentendidos". Templado con el uso del recuerdo, vehemente contra la literatura sin memoria. "Imaginación y memoria, para el escritor, son dos palabras que van siempre entrelazadas, y a menudo resulta difícil separarlas. Ciertamente, un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria, sea ésta personal o colectiva", dijo, para rematar con un rotundo: "No hay literatura sin memoria". Más al referirse, como el propio escritor apuntaba, a "nuestros años de incienso y plomo".
03 LECTURAS
Su única escuela
Parecía otro, nervioso y con chaqué, corbata y medalla, lleno de pompa y bebiendo tragos de agua a dos manos, entre los invitados, Joaquín Sabina, Gil Parrondo, Carlos Saura, amigos editores y algunos escritores, como Martín Casariego, Gustavo Martín Garzo o Tomás Segovia. Ante ellos habló de sus lecturas en casa de sus padres, donde apenas había una docena de libros tras una "purga preventiva por razones de seguridad". Recuerda cómo su padre, "que había estado preso por rojo separatista y republicano", quemó esos libros, carnés, sus documentos, cartas y papeles, los de otros vecinos asustados, en una gran hoguera nocturna. Entre los que se salvaron de la quema recuerda El libro de la selva, Tarzán de los monos, Humillados y ofendidos, entre otros. Pero su pasión por la lectura empezó poco después, "con la literatura de quiosco". Y enseguida llegaron Somerset Maugham, Stefan Zweig, Baroja, Galdós y Dickens, entre otros.
Se echó en falta entre los invitados al acto a más escritoresY, por supuesto, la primera lectura completa del Quijote fue "una experiencia especial", gracias a las aventuras "descomunales y descacharrantes" del hidalgo caballero. Recordó aquellas "tardes enteras de domingo sentado en los bancos ondulados del parque Güell, en el otoño del 49, bajo un sol rojizo y en medio de un griterío de niños jugando en la plaza entre nubes de polvo. Una lectura germinal".
En esos años Juan Marsé había abandonado la escuela y trabajaba en un taller de joyería de su barrio. "La necesidad de llevar otro jornal a casa me liberó de un fastidioso colegio en el que no me enseñaron nada, salvo cantar el Cara al Sol y rezar el rosario todos los días", contó el escritor.
04 PELICULERO
La facultad de embaucar
Por supuesto, no se olvidó de otra de las patas esenciales de su formación, el cine. Y volvió a entrar a fondo en su biografía para recordar cómo tuvo la suerte de empaparse de las novedades que llegaban a la gran pantalla: "Cuando aún leía tebeos y novelas de Edgar Wallace y Karl May, el chico ya era muy peliculero, insoportablemente peliculero. Lo propició el hecho de que, durante cuatro años, entrara sin pagar en los cines de programa doble del barrio, y entonces había no pocos, gracias a que mi padre, por su trabajo en el Servicio Municipal de Higiene, Desinfección y Desratización de locales públicos, conocía a muchos porteros y acomodadores".
Y de nuevo, saltándose lo previsible, confirmó que la facultad de embaucar en imágenes filmadas arraigó al tiempo que el gusto por la lectura. El cine en la cima, "con la misma o parecida intensidad que muchas novelas".
05 NARRADOR
Cuidado en pulir el lenguaje para perdurar
"No me considero un intelectual, solamente un narrador". Un narrador formado en los hábitos del paciente trabajo artesanal del taller de joyería desde los 13 años, aseguró desde el púlpito del aula magna alcalaína. Un narrador con dos principios: "Procura tener una buena historia que contar y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad del tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo".
Ese lenguaje limpio y pulido se logra con la voluntad del esmero, "única convicción moral del escritor" ha dicho a lo largo de esta última semana Marsé, recogiendo las palabras del poeta y fascista Ezra Pound.
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