Este artículo se publicó hace 15 años.
No me montes dramas
No sólo de hazañas vive el lector. En el mundo real -que en estos días se puede encontrar entre las novedades del Salón del Cómic- hay algo más que mayas y reflejos supersónicos. Hay, sobre todo, muchas decepciones y promesas rotas, como cuentan Jillian y Mariko Tamaki en Skim (La Cúpula) donde su personaje adolescente tiene que enfrentarse a un suicidio y al amor como fuente de dolor. El héroe termina perdiendo su fuerza mágica por el choque de esperanza y desilusión, como el que padecen Zot y Jenny en Zot! (Astiberri), de Scott McCloud.
Un relato sin proezas levanta mucha imperfección y, a ratos, amargura, a ratos, alegría. Que es precisamente lo que cuenta Chris Ware en The ACME Novelty Library (Mondadori). También el dibujante italiano Gipi es capaz de descubrirse a sí mismo, en la novela gráfica Mi vida mal dibujada (Sins Entido), como un individuo sin rumbo cierto. En la misma línea autobiográfica trabaja desde hace años David B., y prueba de sus desgarradoras experiencias con la enfermedad aparecen compiladas en Epiléptico (Sins Entido también).
El descanso del guerrero es un hecho -como lo es la vitalidad de los superpoderes-, que confirma la buena marcha de la ironía y la crítica con la que se asume la vida consciente, entre las nuevas lecturas que se le ofrecen al público en estos días. Rubén Darío decía "no hay dolor más grande que ser vivo" y, sin embargo, ser olvidado parece algo mucho peor. Así que antes de rasgarse nada, hay que celebrar que el dolor también tiene un hueco en el mercado.
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