Este artículo se publicó hace 15 años.
La Noche en Blanco madrileña regala un espectáculo marcado por la austeridad
La entrada prematura del otoño no impidió que miles de madrileños llenaran anoche las calles de la capital en la cuarta edición de la Noche en Blanco, una cita con la cultura que regaló clases de baile, versos y canciones a la carta, marcada por la sencillez y austeridad de las actividades.
Y es que la Noche en Blanco de este año ha sufrido un recorte presupuestario al que los organizadores han hecho frente con un "esfuerzo de creatividad", según dijo a Efe el director del evento, Pablo Berástegui, a través de un "paseo agradable y abierto" que a las diez de la noche ya había conquistado a 350.000 ciudadanos, según datos de Protección Civil.
La cita, que se prolongó hasta el amanecer, comenzó a las nueve de la noche en la Plaza Mayor, donde el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, participó en el lanzamiento de centenares de globos de helio en los que los poetas Benjamín Prado y Ajo habían escrito algunos de sus versos y que minutos después formarían pequeñas constelaciones en el cielo.
Las agradables temperaturas permitieron a los asistentes disfrutar de la esperada iluminación de la Gran Vía, quince carpas de tela creadas por el artista Óscar Vázquez que proyectaban luces de colores en los edificios de la emblemática calle madrileña.
Frente a la sede central de Telefónica, en la Red de San Luis, artistas procedentes de Letonia reproducían con luminosos "píxeles" el tráfico de internet, registrado a través de una red wi-fi y de unos ordenadores puestos a disposición del público en una carpa a ritmo de música electrónica.
Pero también hubo espacio para espectáculos más tradicionales, como el que ofreció la Biblioteca Nacional en la escalinata de su entrada, en el Paseo de Recoletos, convertida en un escenario en el que damas, galanes y espadachines conquistaron a decenas de paseantes dispuestos a escuchar sonetos de Lope de Vega.
Las calles del centro, libres de tráfico, estuvieron impregnadas de luces y pantallas gigantes con las que la coreógrafa Blanca Li proyectó clases de hip hop o electrodance para invitar a bailar a los más noctámbulos.
Colocadas entre Atocha y la Plaza de Cibeles, las pantallas emitían una y otra vez una coreografía con la que centenares de personas se entregaban a la danza y repetían los pasos con la ayuda de algunos bailarines.
Una de las actividades de más éxito, que contribuyó a amenizar algunas de las colas que se formaron en la entrada de las instituciones, fue el paseo musical junto a las veinte bandas sinfónicas que recorrían la ciudad.
Como anunciaba el lema de este año, el regalo, los asistentes más activos y más pacientes esperaron cola para llevarse a casa dibujos, poemas o canciones a la carta.
En respuesta a su sueño de "conseguir los Juegos Olímpicos", el alcalde recibió en la Plaza de las Descalzas una mascota dibujada por uno de los cien ilustradores que pretendían "Sanar Madrid", con "dibujos curativos" que respondieran a los sueños de los madrileños.
Otros prefirieron acercarse al Círculo de Bellas Artes, en la calle de Alcalá, donde el colectivo "Cyrano", formado por jóvenes poetas aficionados de las más variadas ramas profesionales, escribía improvisados textos a la carta después de una conversación distendida a modo de consulta psicológica.
La amistad, la familia, los cómics o la vivienda fueron algunos de los temas sobre los que Benjamín Contreras escribió una espontánea canción, que se comprometió "a grabar en casa con una segunda guitarra y enviársela por correo electrónico a todo el que quiera".
Actividades "sencillas, lúdicas y de un perfil más bajo", según Pablo Berástegui, han conseguido este año "llegar a más gente y que la ciudad se haya volcado en la gran celebración colectiva de la cultura".
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