Este artículo se publicó hace 16 años.
Obama se enfrenta a una dura transición en tiempos de guerra
El presidente electo Barack Obama deberá tomar pronto grandes decisiones sobre las guerras en Irak y Afganistán, después de que Estados Unidos pase por el primer cambio de Gobierno en tiempos de guerra desde la era de Vietnam.
El comandante en jefe de la única súper potencia militar del mundo también deberá abordar otros grandes temas de seguridad nacional, como el programa nuclear de Irán y el extremismo y la inestabilidad en Pakistán, un país con poder nuclear.
Frente a esta gran transición y en un momento de extrema sensibilidad, el Pentágono dice que ha realizado esfuerzos sin precedentes para garantizar una transición pacífica al próximo Gobierno.
"Esta es la primera transición en tiempos de guerra desde 1968, momento del traspaso entre Johnson y Nixon durante la Guerra de Vietnam", dijo el martes el portavoz del Pentágono Bryan Whitman.
Una de las prioridades en la agenda de Obama es zanjar el interrogante de cómo administrar las demandas relacionadas con las guerras de Irak, donde Estados Unidos tiene más de 150.000 efectivos, y Afganistán, donde hay más de 30.000 soldados.
Obama se opuso a la guerra de Irak antes de la invasión de 2003, un conflicto que se volvió profundamente impopular por el aumento de la violencia y de las víctimas estadounidenses.
El presidente electo prometió durante su campaña un cronograma para la retirada de las tropas, y sugirió que estaría concluido a los 16 meses de asumir el cargo.
Pero los altos cargos del Ejército, entre ellos el almirante de la Marina Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, y el general de Ejército David Petraeus, jefe del Comando Central estadounidense, han declarado públicamente su oposición a un calendario de retirada.
En cambio, quieren que cualquier salida de Irak se base en evaluaciones de seguridad entregadas por los comandantes en el terreno.
ESPACIO PARA MANIOBRAR
Tanto Obama como el Ejército tienen algo de espacio para maniobrar. Obama enfatizó que terminará la guerra de modo responsable, recibiendo el consejo de los comandantes, y que no tomará medidas precipitadas.
De modo similar, la profunda reducción de la violencia en Irak implica que los comandantes pueden recomendar recortes de tropas basados en las condiciones de la seguridad.
El borrador de un pacto entre Irak y Estados Unidos, apoyado por los altos mandos militares, propone metas para la retirada de fuerzas, aunque no tan ambiciosas como las que propuso Obama.
Estos siguen defendiendo abordar con cautela las retiradas, por miedo a que Irak vuelva a sumergirse en la violencia.
La decisión es fundamental porque Obama prometió enviar más tropas a Afganistán -donde la violencia de los insurgentes aumenta-, algo que según los principales oficiales del Ejército sólo puede ocurrir si el país reduce el número de efectivos en Irak.
La región fronteriza entre Afganistán y Pakistán, donde se cree que se esconde el líder de Al Qaeda Osama bin Laden, es un área de gran preocupación para Estados Unidos.
Obama deberá decidir si continúan los ataques de misiles de aviones no tripulados contra supuestos extremistas.
El presidente electo también deberá evaluar la aprobación de ataques del Ejército -o el apoyo de acciones militares de Israel- contra Irán si se considera que el país puede enriquecer uranio a un nivel suficiente como para producir una bomba nuclear.
Pero Obama dice que, en la medida de lo posible, quiere alcanzar una solución diplomática.
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