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Obama persigue a la clase trabajadora y Hillary a los "superdelegados"

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Hillary Clinton y Barack Obama continúan hoy con su infatigable carrera por la candidatura demócrata a la presidencia al perseguir a dos grupos clave para sus campañas: los "superdelegados" en el caso de Hillary y los trabajadores blancos en el de Obama.

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La persecución de esos grupos estratégicos se ha intensificado tras las primarias de ayer en Virginia Occidental, donde la senadora demócrata por Nueva York derrotó a su rival por un amplio margen, del 67 por ciento frente al 26.

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La victoria, coinciden hoy los analistas, no cambiará una situación que se presenta adversa para Clinton, que ha ganado en menos estados, tiene menos delegados, menos votos populares y menos dinero que el senador por Illinois Barack Obama.

Al fin y al cabo, y pese a su apoteósica victoria, la ex primera dama estadounidense sólo consiguió ayer 20 delegados más para su campaña. El total en juego en Virginia Occidental eran 28.

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Esa pequeña adición la deja todavía muy por detrás de su oponente. Según el último recuento de CNN, Obama está a 141 delegados de conseguir la nominación, mientras que Clinton precisa el apoyo de 317.

La senadora no logrará ese respaldo en las cinco primarias restantes, donde sólo hay 189 delegados en juego.

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Para hacer realidad sus aspiraciones presidenciales debería atraer en masa a los "superdelegados", un grupo de unos 800 funcionarios electos y destacados demócratas que pueden votar por quien quieran independientemente del proceso de primarias.

Alrededor de 250 de los miembros de ese exclusivo club todavía no se han pronunciado.

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John Dickerson, analista político de la revista Slate y del diario The Washington Post, asegura que Hillary necesita convencer a más del 70 por ciento de los "superdelegados" que todavía no han expresado su preferencia para que inicien "un apocalipsis en el partido al negar la nominación a Obama".

Lo lógico es que los "superdelegados" refrenden la voluntad popular y apoyen al candidato con más votos, pero Clinton no da su guerra por perdida.

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La senadora, de hecho, se reúne hoy con varios "superdelegados" en Washington, aunque su campaña no ha hecho públicos los nombres de los funcionarios con los que se verá.

El argumento que esgrimirá, según dejó claro durante el discurso tras su victoria en Virginia Occidental, es que Obama es incapaz de atraer a la clase trabajadora blanca, un grupo que resultará clave en las elecciones generales del 4 de noviembre.

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Además, la senadora recordó ayer que es ella y no su rival, la que gana en estados como Ohio, Pensilvania o Florida, que cambian su patrón de voto en las elecciones a diferencia de otros estados que se mantienen fieles a sus tendencias republicanas o demócratas, y pueden por ello ser decisivos.

Obama, por su parte, parece decidido a superar sus debilidades y se trasladó hoy a Michigan donde lanzó un mensaje destinado a la esquiva clase obrera blanca, que según distintos expertos se resiste a votarle en gran parte por motivos raciales.

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El senador prometió hoy que invertirá 200 millones de dólares al año si llega a la Casa Blanca para revitalizar al sector manufacturero del país.

En Detroit, sede de la industria automovilística estadounidense, señaló que creará lo que definió como un "fondo manufacturero" para impulsar las industrias que mantengan puestos de trabajo en EE.UU. en lugar de trasladarlos a otros países con mano de obra barata.

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Mientras tanto, expertos electorales como Thomas Schwartz, de la Universidad Vanderbilt (Tennessee), señalan que Hillary Clinton demostró en Virginia Occidental que es "fuerte donde Obama es débil", lo que la convierte, dijo, "en una buena candidata a la vicepresidencia".

Erwin Hargrove, otro profesor de Vanderbilt, reconoce que la complementariedad es clara pero duda que Clinton acepte el puesto de "segundona".

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