Este artículo se publicó hace 16 años.
Oliver Kahn llega al último partido de su carrera en pos de un nuevo récord
Oliver Kahn llega mañana al último partido de su carrera -el Bayern, con el título ya asegurado, recibirá al Hertha Berlín- en pos de un nuevo récord con el que podría despedir una trayectoria despedida ejemplar.
Si Kahn encaja mañana menos de dos tantos -lo que es bastante probable, pues el Hertha no es propiamente una máquina de hacer goles y la defensa del Bayern suele ser de fiar- su equipo terminará la temporada con el menor número de goles en contra de la historia de la Bundesliga.
Hasta ahora el récord lo tiene el Werder Bremen, que a comienzos de los noventa terminó una temporada con 22 goles en contra. El Bayern tiene 20 en contra y esa posibilidad puede ser el último aguijón para Kahn en un partido en el que, en principio, ya no se juega nada.
En la víspera del fin de la carrera de quien fuera uno de los mejores porteros del mundo, las imágenes más contundentes y más controvertidas de su carrera desfilan por la memoria de Alemania.
El propio Kahn ha ayudado a ello, con un libro autobiográfico titulado "Yo, el éxito viene de adentro", en el que ha dado cuenta de su obsesión por el triunfo y de su perfeccionismo así como de su fuerte temperamento, que lo llevó a ser un líder dentro y fuera de la cancha.
Naturalmente, también las entrevistas retrospectivas han venido pululando.
Las posibilidades de que mañana -con récord o sin él- se agreguen imágenes inolvidables a la galería que acompañara siempre la memoria de Kahn son escasas. El partido, en sí, es intrascendente y su importancia es sólo que será el último de Kahn.
De las imágenes del pasado quedarán sin duda la del Kahn derrotado, por ejemplo tras la final de la Copa del Mundo de 2002, recostado contra un poste y hundido en si mismo mientras los brasileños celebraban.
Kahn había jugado un torneo casi perfecto y una Alemania con pocos recursos había llegado a la final prácticamente gracias a sus paradas. En la final, sin embargo, Kahn había cometido un error, tal vez el único en aquel torneo, al parar a medias un disparo de Rivaldo que cayó en los pies de Ronaldo que definió sin problemas.
Fue el 1-0 para el Brasil, al final el partido terminaría 2-0, y Kahn todavía hoy dice que él fue el culpable de la derrota. Marcos, el portero brasileño, se acercó a consolarlo pero Kahn parecía inerte.
Un año antes, en la final de la Liga de Campeones, se había visto a un Kahn triunfante al ser clave en la definición por penaltis del Bayern ante el Valencia.
En esa ocasión, quien había estado como inerte, recostado contra un poste, había sido el meta del Valencia Santiago Cañizares y Kahn se había acercado a tratar de consolarlo. Los porteros se entienden entre sí.
En aquella Liga de Campeones, Kahn también había sido determinante para llevar al Bayern a la final, sobre todo en la semifinal ante el Real Madrid. Probablemente aquel partido en el Santiago Bernabeu, en el que Kahn paró todos los balones que le llegaban y cuando no los paraba entonces rebotaban contra los postes, cifra la imagen que se tiene de Kahn en España.
Kahn, además, en esa ocasión no sólo desbarató al Madrid parando balones. También hizo el pase para el gol del triunfo del Bayern con un saque largo que aprovechó Giovane Elber para derrotar a Iker Casillas con un remate de media vuelta desde 25 metros.
Con Kahn, se va el último del eje de aquel Bayern que completaban Elber y Stefan Effenberg y que, hasta un año antes, había tenido también entre sus integrantes a Lothar Matthaeus. Su retirada pone fin sin duda a una época.
La última vez que se vio al Kahn que luchaba hasta el último instante por una victoria fue en Getafe, cuando se incorporó al ataque antes del 3-3 marcado por Luca Toni que sacaría al equipo madrileño de la Copa de la UEFA.
Después, le regaló su camiseta a unos hinchas españoles, lo que mostraba al Kahn humanizado que empezó a mostrarse a partir del Mundial de 2006, cuando fue relegado al banquillo de la selección alemana por Jens Lehmann.
Kahn, tras meditarlo un par de días, aceptó estar en el Mundial como suplente y asumió su papel con un profesionalismo y una humildad que sorprendió a muchos. Eso le valió a Kahn reconocimientos y simpatías que tocarían fibras hasta ese momento ocultas de su personalidad.
"Vi que me había ganado, por la actitud ante una derrota, un respeto que yo creía que sólo se conseguía con el triunfo", explicó Kahn en una ocasión su transformación de entonces.
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