Este artículo se publicó hace 16 años.
Otros aman a los nuestros
Ni leyes del cine, ni premios Goya ni subvenciones millonarias. Hay cineastas españoles que trabajan en silencio, no reclaman la atención mediática y desarrollan exitosas carreras sin que nadie les preste atención. Desde la periferia cinematográfica, con penurias incluidas, han logrado que sus propuestas y discursos, sus películas e ideas, convenzan más fuera que dentro de España.
¿Sus nombres? No son Pedro Almodóvar, Marc Recha, ni Luis Buñuel. Se llaman Oscar Pérez, Pere Vilà i Barceló y Luis Alejandro Bermejo, dos más volcados en la ficción y un tercero –Pérez– hombre de documental. Los tres raros, independientes y con un punto de arrogancia cinematográfica.
Y los tres han hecho bueno el tópico aquel del profeta y la tierra: uno ha ganado un importante premio en el IDFA, el festival de documentales más famoso del mundo; otro ha colado su primera película, rodada con lo puesto, en el puntero Festival de Rotterdam, y el último ha fichado por Hollywood para rodar con Kevin Costner y un buen puñado de dólares. Y mientras, en España, pocos saben quiénes son, aunque en productoras y distribuidoras tal vez les reconozcan de tanto cerrarles las puertas.
¿La historia que se repite? Parece que sí. Todavía hoy Almodóvar tiene problemas para ser recibido en España como lo que es, uno de los cineastas más importantes del cine contemporáneo, mientras fuera le llueven premios, retrospectivas y exposiciones en el Pompidou; las primeras cintas de Marc Recha fueron aplaudidas en Cannes cuando aquí nadie le prestaba atención; Luis Buñuel filmó fuera de España sus mejores obras y su película Viridiana, ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 1961, estuvo prohibida hasta 1977; Víctor Erice recogió ovaciones con El sol del membrillo, la película para la que nunca encontró productor, y hace dos años Cannes, nos descubría que uno de los cineastas más fascinantes se llamaba Albert Serra, vivía en Girona y había rodado Honor de Cavallería con la que iba a revolucionar a la crítica.
Para que la historia deje de repetirse, repetiremos sus nombres: Óscar, Pere y Luis Alejandro. Tres de las propuestas, desde el margen, que hace Público para 2008.
El discípulo de Jordà viaja a Rotterdam
Una cifra. 30.000 euros es el coste medio de un cortometraje de los que se producen en España. Y también el presupuesto de Pas a nivell, la primera película del gironés Pere Vilà i Barceló, rodada en la más estricta independencia y en absoluto formato familiar: su padre y su hermana de productores, su madre encargada del atrezzo y vestuario y su novia al frente de la gestión y posproducción.
Con todos ellos viajará al Festival de Rotterdam –que arranca el próximo 23 de enero–, donde han seleccionado Pas a nivell para la sección Cine del Futuro, una de las cumbres de la vanguardia internacional.
“Las películas de bajo presupuesto parecen ser las de un millón de euros. Cuesta mucho que la industria apueste por gente nueva. Por eso decidí dejar de quejarme y hacer la película como fuera”, cuenta Pere Vilà. Formado en el documental y bajo el cobijo de Joaquim Jordà, la película de Vilà respira realidad y se aleja del culto al guión tan en boga en el cine español: “Las fronteras residen en el subconsciente y el único modo de no sentir su presión es centrarte en lo que quieres contar. Puedes acertar o no, pero al menos serás fiel a ti mismo”, mantiene. El aliento documental viene de esa voluntad de rodar sin contemplaciones: “Llegábamos a la localización y rodábamos como invasores”.
La pregunta de rigor no puede faltar: ¿Nadie es profeta en su tierra? Pere Vilà no lo duda demasiado: “Sobre todo desde el punto de vista de productoras, distribuidoras e instituciones. Eso es lo difícil. Pero he recibido el apoyo de gente importante que creía en mi película. Sus opiniones han sido las más importantes. Lo demás ya llegará”. Esperaremos.
Luis Alejandro Berdejo, empezar por el postre
32 años. Tres cortometrajes multipremiados: 'Ya no puede caminar', 'La guerra', 'For(r)est in the des(s)ert'. Años intentando levantar un largometraje en España. Y de pronto, el gran salto.
El donostiarra Luis Alejandro Bermejo –antes conocido como Luiso– ha pasado del cortometraje a una película de 15 millones de dólares en Hollywood, con Kevin Costner como protagonista e Ivana Baquero también en el reparto. Es el thriller sobrenatural The new daughter, basada en un libro del irlandés John Connolly, que empezará a rodar en primavera.
“Soñaba con rodar allí algún día, lo que no supuse nunca era que empezaría mi carrera del modo que casi esperaba acabarla. Es como vivir en los platós donde se fraguaron las imágenes de tu infancia”, explica en conversación desde Estados Unidos, donde ha empezado ya a preparar el rodaje de su ópera prima.
El director del fascinante corto 'For(r)est in the De(s)ert' se cansó de dar vueltas por productoras españolas, que no cesaban de ponérselo una y otra vez difícil para arrancar con proyectos a los que sólo les faltaba la financiación española. Buscó un agente en Estados Unidos –Adrián Guerra es el nombre mágico– y tras leer varios guiones, aceptó el de The new daughter, cuyas líneas ha acabado retocando junto al guionista John Travis.
“Me convenció que el guión está muy bien, que me dejaban meterle mano y jugar con él, que de mayor quiero ser director de cine, que huele a reto, que me pagan por rodar –cosa que nunca me ha sucedido– que aprenderé inglés y que es un reconocimiento al tiempo y trabajo invertidos”.
Por si fuera poco, él es el guionista de uno de los experimentos formales del año en España, la cinta de Jaume Balagueró y Paco Plaza, REC, que ha devenido en uno de los fenómenos taquilleros del año. De cualquier forma, Berdejo no es de los que reniegan de su pasado: “Al cortometraje no volveré porque no me he ido... Seguiré siempre contando historias de diferentes duraciones igual que leo novelas y cuentos. Adonde espero volver es al largometraje, que para eso hace falta algo más que ganas. Y a rodar a España volveré seguro, siempre he querido que sea así y ahora que fuera me quieren, quizás por aquí empiece a no parecer tan mala idea”. ¿Dónde hay que firmar?
Óscar Pérez, el hombre de la cámara
Lo primero es lo primero: documental no es lo mismo que reportaje. Oscar Pérez lleva años rodando documentales, casi en silencio, y con apoyos mínimos de festivales y algunos suicidas televisivos. El último, El sastre, ganador del premio al mejor cortometraje en el IDFA (Festival Internacional de Documentales de Amsterdam), el más famoso del mundo, es un retrato en plano fijo de un sastre pakistaní en Barcelona, alejado de la corrección política con la que se abordan normalmente los temas de inmigración.
“Todavía no conozco la repercusión real de este premio, pero ya tengo ofertas de festivales internacionales y distribuidoras europeas”, dice. Nada desde dentro. “Además, El sastre está de gira por cines en Holanda, mientras que en España, la producción y distribución de documental en sala se rige por los parámetros del cine de ficción”, explica el director gerundense de 34 años.
Producir documentales en España es un empeño suicida por la falta de circuitos de venta y exhibición, más allá de los festivales. Y más cuando se trabaja el género desde una periferia narrativa y formal. “El documental no requiere de un sistema de producción estándar porque parte de la realidad, que impone unos límites y unos tiempos que no entienden de financiaciones y ayudas. Pero es una lástima que no haya más ayudas a posteriori, porque evitaría que los documentalistas se vean obligados a vender humo y acercarse peligrosamente a las estructuras de producción de ficción”, reflexiona Pérez.
España vivió hace unos años, con José Luis Guerín y Javier Corcuera, un boom de cine documental que ha creado escuela: “El interés por el documental nace con el mismo cine, con la necesidad de capturar lo que te rodea, lo que tiene que ver contigo y con el ser humano. El documental recoge la esencia del cinematógrafo y apunta a lo verdadero”.
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