Este artículo se publicó hace 15 años.
Pekín castiga con la muerte los ataques separatistas
Dos uigures son ejecutados y dos tibetanos, condenados a la pena máxima
Andrea Rodés
Dos hombres de la minoría étnica uigur fueron ejecutados el jueves en Kashgar, en la provincia de Xinjiang, por haber participado en el ataque terrorista contra una comisaría en vísperas de los Juegos Olímpicos, en el que murieron 15 paramilitares chinos.
El clima de tensión en Xinjiang, hogar de nueve millones de uigures, es comparable al de Tíbet, donde un tribunal condenó a muerte esta semana a dos tibetanos por su participación en las revueltas violentas del 14 de marzo de 2008.
En una y otra región, Pekín castiga con la muerte los ataques con fines separatistas. Los ejecutados este juevesen Kash-gar fueron condenados en diciembre por "homicidio y fabricación ilegal de armas y explosivos", según Xinhua.
Los tibetanos Lobsang Gy-altsen y Loyar fueron condenados a la pena máxima por incendiar y destruir tiendas en Lhasa, causando la muerte de siete ciudadanos de etnia han, a la que pertenece el 90% de la población china. Se trata de la primera sentencia a muerte entre las decenas de tibetanos detenidos por las revueltas.
Sin embargo, no se ha abierto ninguna investigación para arrojar luz sobre la represión posterior a las revueltas y comprobar la veracidad de las acusaciones de tortura y detenciones ilegales aireadas por decenas de tibetanos encarcelados y por organizaciones de derechos humanos.
El Gobierno chino acusa al Dalai Lama de incitar al separatismo y de estar detrás de las revueltas de marzo, protagonizadas por grupos de tibetanos que atacaron de forma violenta los comercios y viviendas de la población china, y que acabaron con la vida de 19 personas, según Pekín, 200, según el Gobierno tibetano en el exilio.
Represión policialLas revueltas de marzo en Lhasa desencadenaron una intensa represión policial en Tíbet y Xinjiang pocos meses antes de los Juegos, poniendo en evidencia los graves problemas de separatismo y malestar social que Pekín afronta en ambas provincias.
El atentado contra una comisaría paramilitar de Kash-gar mientras los soldados hacían sus ejercicios no fue el único de este tipo que se produjo en Xinjiang durante los días previos a los Juegos, pero la información proporcionada por el Gobierno chino suele ser difusa y difícil de comprobar. En Kashgar, la población local no quiere hablar por miedo a represalias y se nota una fuerte presencia de policía de paisano.
Gran parte de la población tibetana y uigur se siente víctima de la represión cultural y religiosa que ejercen las autoridades chinas y sufre discriminación a la hora de beneficiarse del desarrollo económico de sus provincias con respecto a la población han. Esta sensación de injusticia está muy extendida en Xinjiang, una de las provincias más pobres de China, donde Pekín explota sus ricos yacimientos de gas y petróleo, pero la población autóctona no se beneficia.
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