Este artículo se publicó hace 15 años.
"Esta película no es de izquierdas ni de derechas"
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Eugenio García Gascón
A sus 32 años, Yoni Goodman se ha convertido en una pequeña celebridad en Israel. En su casa-estudio de Herzliya, al norte de Tel Aviv, posee dos potentes ordenadores en los que vuelca sus ideas. Para él, ha sido un reto inesperado trabajar como director de animación en Vals con Bashir, el filme de Ari Folman, que le ha abierto todas las puertas. Por ahora, ya se ha embarcado en un nuevo proyecto con el mismo director, esta vez una adaptación de un relato de Stanislaw Lem.
¿La animación le trasmite más fuerza al filme?
Así es. Pero no sólo eso, creo que si hubiéramos optado por un formato convencional, se habría convertido en una película de guerra más. Se habría escogido a un actor de mediana edad y se habría recurrido a imágenes de archivo de la guerra de Líbano. En cambio, el equipo que trabajó en la animación tuvo total libertad, no sólo para expresar hechos reales, sino también fantasías y emociones.
¿Cuál fue el proceso?
Ari hizo alrededor de un centenar de entrevistas con soldados y las editó como si se tratara de un documental, duraba 96 minutos. Entonces, nos sentamos Ari, David Polonsky, el director artístico, y yo. Dibujamos cada secuencia y, sólo después, comenzamos con la animación, al principio a modo de bocetos, y, más tarde, a fondo. Tuvimos que utilizar una técnica muy especial para poder producir la película en Israel: está hecha en flash, que es un programa de uso casero para animar en Internet.
¿Han comprendido la película los israelíes?
Al principio pensábamos que la gente la consideraría una película de izquierdas. Pero creo que no es de izquierdas ni de derechas, sino que gira alrededor del trauma de los soldados, que son reclutados entre civiles. Nuestra intención era mostrar a esa gente ordinaria que se ve forzada a combatir. Nos sorprendió que mucha gente de derechas se identificara y que soldados que habían guardado silencio desde la guerra empezaran a contar sus experiencias.
¿Y cuál ha sido la recepción en el extranjero?
La acogida ha sido increíble. Es sorprendente que la gente en Japón, Australia o Canadá, que ni siquiera sabe dónde está Líbano, se haya identificado con la historia. Tal vez porque hablamos de los traumas de la guerra, y todas las guerras guardan relación entre sí.
¿Cuál era su experiencia anterior con la animación?
En Israel la industria de la animación es muy pequeña, no como en Estados Unidos o Japón. Hay muy pocos animadores y el mercado gira en torno a la publicidad, los videoclips y las películas infantiles. A esto me dedicaba antes de Vals con Bashir. También trabajé para la serie El material del que está hecho el amor. Al principio de cada capítulo había un clip de animación, muy violento, pero divertido. Ahí coincidí con Ari, y me comentó su proyecto de Vals con Bashir.
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