Este artículo se publicó hace 16 años.
El Pentágono derribará el satélite espía que caerá a la Tierra en marzo
El Pentágono derribará el satélite espía "L-21" de Estados Unidos antes de que entre en la atmósfera terrestre, según anunció hoy el subjefe del Estado Mayor Conjunto, general James Cartwright.
En una conferencia de prensa, Cartwright anunció que la orden de que se derribe ha sido dictada por el presidente estadounidense, George W. Bush.
El Departamento de Defensa tiene previsto derribar el satélite espía "L-21" de Estados Unidos mediante un misil táctico lanzado desde un barco de la Marina estadounidense antes de que entre en la atmósfera terrestre y desviarlo sobre aguas marítimas.
El Pentágono explicó que se ha tomado dicha decisión por "el daño potencial que representa para los ciudadanos el combustible del cohete que lleva el satélite.
Por otra parte, el viceasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, James Jeffries, también presente en la conferencia de prensa, indicó que la caída se producirá en la primera semana de marzo, aunque no especificó fechas.
A su vez, Cartwright indicó que en el peor caso posible el combustible puede ser peligroso si es inhalado.
Desde hace 50 años han reingresado en la atmósfera terrestre alrededor de 17.000 objetos creados por el hombre y ninguno de ellos ha causado algún problema grave, según las autoridades estadounidenses.
Ocasionalmente han logrado pasar la atmósfera los restos de naves mucho más grandes, como el tanque de combustible de un cohete Delta II de 255 kilogramos que cayó en 1997 en una granja de Texas.
"Lo que convierte este caso en diferente es que pueda desprender hydrazine. Había el riesgo suficiente como para que el presidente considerara oportuno derribarlo", subrayó Jeffries.
El satélite fue lanzado en diciembre de 2006, pero perdió fuerza poco después de su salida por lo que se descontroló.
A mediados del mes pasado las autoridades estadounidenses avisaron de que el satélite podría caer a tierra entre finales de febrero y comienzos de marzo.
Los satélites espía se maniobran en el espacio a órbitas bajas para cumplir con las necesidades de la vigilancia militar, y precisan de un combustible altamente tóxico como el hydrazine, de acuerdo con los expertos.
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