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Perdidos en el "call"

Por los estrechos callejones del barrio judío de Girona.

Juan Carlos Fernández

'Soy hombre que ha sentido la punzada del dolor. Dejé la mesa puesta, me alejé de amigos y compañeros (...) Casa y herencia, todo lo abandoné. Alma y espíritu dejé allí'. Las palabras de Mossé ben Nahmán, universalmente conocido como Nahmánides, todavía parecen resonar por las estrechas callejuelas del antiguo call jueu de Girona, la ciudad de la Cábala, la 'madre de Israel'. Recorrer en el siglo XXI, quinientos años después de que se marcharan, el laberinto que forma la judería gerundense, supone algo así como meterse en el túnel del tiempo, perderse en un pequeño universo de casas de piedra, callejones sin salida, escaleras, encrucijadas y puertas en cuyas jambas, si miramos bien, todavía es posible encontrar el hueco de la mezuzá, en el que se colocaba la oración preceptiva antes de entrar en cualquier morada judía...

Nahmánides, al que los gerundenses conocen también como Bonastruc ça Porta, es el paradigma del enfrentamiento entre los judíos y los cristianos en la Edad Media. El maestro de la cábala gerundense, una rama del pensamiento esotérico judío surgido en Provenza y Languedoc en el siglo XII, tuvo que dejar Girona a consecuencia de las presiones que recibió tras la celebración de la célebre Disputa de Barcelona, en la que tuvo que medir sus conocimientos con Pau Cristià, representante principal de las tesis de los cristianos.

A él está dedicado el Museo de Historia de los Judíos, una visita imprescindible para comprender las verdaderas dimensiones históricas y humanas de la presencia de los judíos en Cataluña y en España. El propio museo es en sí un laberinto, con sus patios colgantes, como el de la Estrella, sus escaleras y sus corredores, integrando los restos de una antigua sinagoga, la tercera que tuvieron los judíos en Girona, en el conjunto de una moderna exposición museística. Algunas de las piezas que se exhiben, como las lápidas hebráicas del Montjuïc gerundense, son de un extraordinario valor.

Después de visitar el museo, uno ya puede perderse por las calles del call, que así es como se denomina en Cataluña a los barrios judíos. Los estrechos callejones de Manuel Cúndaro o de Sant Llorenç, con sus escaleras y la huella, todavía, de los goznes de las rejas que un día los cerraron, son una muestra perfecta de la estructura de aquel barrio, cuyas casas fueron ocupadas a partir del siglo XVI por los cristianos. Entrar en alguna de estas casas todavía es posible, apuntándose a una de las visitas privadas organizadas desde el propio museo. Incluso dormir en una de ellas, como por ejemplo la gran casa judía que hoy se ha convertido en los apartamentos del hotel Històric, un verdadero museo arqueológico que guarda en su interior rincones impresionantes...

En el recorrido por el call gerundense no deben olvidarse otras referencias, como el Tapiz de la Creación, en la Catedral, donde se representa a los judíos con sus atuendos tradicionales del siglo XI, o como la estrella de David de los baños árabes, pero el verdadero placer está en tomar la calle de la Força, la que fue calle mayor de la judería, y desde ella explorar las calles, callejuelas y callejones de la ciudad alta. Y así, callejeando, llegar hasta la Caserna d'Alemanys, y buscar allí la romana torre Gironella, donde se refugiaron los judíos que escaparon de la matanza y el saqueo de la judería de 1371. Hay que preguntar si todavía alguien se acuerda de la judía Tolrana que, según dicen, prefirió morir antes que renunciar a la ley de Moisés...


Bonastruc ça Porta/Museo de Historia de los JudíosOficina de Turismo de Girona


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