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Pesticidas contra la fauna de Cazorla

Los cebos envenenados matan a cuatro crías de quebrantahuesos y amenazan a linces y águilas

JUAN ARMENTEROS

Un trozo de carne en el monte contiene unos gramos de aldicarb. Un depredador lo ingiere, y eso significa su muerte y, después, la del ave que despedaza el cadáver intoxicado. El aldicarb, principio activo de pesticidas para controlar ácaros e insectos en cultivos, está catalogado como muy peligroso, e incluso en pequeñas dosis es letal. Conocido entre los cazadores como 'pimienta negra', es el más usado para aliñar trozos de chorizo, jamón o conejo. Para quienes lo usan, este veneno es un método eficaz de acabar con predadores. Para los ecologistas, en cambio, es una plaga.

Los cebos envenenados golpean proyectos de recuperación de especies en peligro como el lince ibérico (Lynx pardinus), el águila imperial ibérica (Aquila adalberti) o el buitre negro (Aegypius monachus). El grave perjuicio del veneno se evidencia en el programa de reintroducción del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus). Desde 2006 se han soltado en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas (Jaén) nueve pollos; cuatro murieron el año pasado.

Durante los años cincuenta del siglo XX se generalizó el uso de veneno para 'erradicar alimañas', especies como zorros, gatos monteses o milanos que quieren seguir eliminando quienes les culpan de matar ganado y animales domésticos o de caza. El uso de veneno para matar era legal en España hasta hace 25 años. Ahora es un delito tipificado. El problema es coger al delincuente. 'En Andalucía los equipos caninos para detectar venenos hacen una labor magnífica, pero es difícil coger a quien echa el veneno porque nadie lo ve', explica Emilio García, teniente del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona).

Por su parte, Javier Moreno, presidente de Ecologistas en Acción de Jaén, considera que los jueces 'no condenan con severidad, por lo que hay sensación de impunidad'. 'Los gestores de sociedades de caza son responsables si hay cebos envenenados en sus cotos', añade. Los cazadores aseguran que ellos son, precisamente, los principales interesados en que no haya venenos, porque se exponen a sanciones y cierre de cotos.

Aunque prohibido desde 1983, el uso de cebos envenenados se mantiene sobre todo en cotos de caza menor, por la creencia popular de que eliminando las alimañas aumenta la población de especies cinegéticas como conejos o perdices.

Por su parte, quienes luchan cada día contra los cebos envenenados aseguran que la escasez de caza se debe a la alteración del hábitat, enfermedades o inadecuada gestión cinegética. 'Son una de las principales causas de mortalidad de alimoches, buitres negros o milanos reales', apuntaMoreno.

Entre 1990 y 2006 aparecieron 94 águilas imperiales muertas por veneno. Y otro caso dramático fue el del quebrantahuesos, una especie que se extinguió en Andalucía precisamente por esa plaga, y que 'ahora también hace peligrar el programa de reintroducción', afirma el presidente de Ecologistas en Acción de Jaén.

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