Este artículo se publicó hace 15 años.
Petra Delicado resuelve su caso más espiritual
Giménez Bartlett introduce a su inspectora en un convento en su última novela
Monjas de clausura, hijos, hijastros, "perros y perrastros", psiquiatras, policías... y, por supuesto, un muerto. Los ingredientes de la nueva novela de Alicia Giménez Bartlett (Almansa, 1951) y de su saga de la inspectora Petra Delicado, El silencio de los claustros (Destino, en castellano y en catalán), desbordan la olla donde se cuecen las novelas policiacas al uso. La trama arranca donde lo dejó la anterior entrega, Nido vacío (2007): Petra se ha vuelto a casar y su hogar está invadido por cuatro hijastros de su nuevo marido; y su inseparable subinspector Garzón estrena vida de casado...
Además, el caso que deben investigar escapa a los tópicos: ha aparecido muerto un fraile en un convento de monjas, al tiempo que desaparece la momia de un beato del siglo XV, que el fallecido estaba restaurando. La investigación les llevará a una posible venganza por hechos ocurridos durante la Semana Trágica en Barcelona, justo cien años antes.
Un desahogo
"Nido vacío me tuvo más de un año documentándome y escribiendo sobre pornografía infantil", explica la autora. "Acabé deprimida y con ganas de alejarme de esa sordidez". Y el desahogo llegó a través de un caso diferente que le ha permitido sumergirse en el ambiente de un convento de clausura.
En esta ocasión no ha contado con ningún "chivato" que le haya explicado desde dentro los secretos de la vida de estas religiosas, un papel que en otras novelas tuvo su amiga e inspectora de policía Margarita García: "Yo fui a un colegio de monjas que, tras las clases, eran de clausura. Y tuve el privilegio de que una, que colgó los hábitos, me explicara todo lo que a las alumnas nos fascinaba de la vida monacal".
Choque de personalidades
La madre superiora, Sor Guillermina, tampoco está basada en nadie en concreto. "No es un personaje genuinamente negativo, al contrario. Por mucho que yo sea antieclesiástica, no me ha ganado la pasión de convertirme en una comemonjas. Y las personalidades de Petra y de Guillermina se enfrentan en toda la novela".
En las páginas de El silencio de los claustros no falta el humor. "Es básico, como en la vida", dice. "Yo empiezo por reírme de mí misma, creo que es importante para no ir haciendo el gilipollas". Esa comicidad está aliñada por la cercanía, la cotidianeidad y el lenguaje de los personajes: "Dicen tacos, muchos tacos", reconoce la autora, que se queja de que en las traducciones es algo que le echan en cara: "España hablamos así: decimos muchas palabrotas y tenemos un idioma mucho más rico que el inglés, por ejemplo, que lo liquida todo con el fuck".
"La historia sirve para darnos hostias"No estamos ante una novela histórica, pero la Semana Trágica se cuela en el caso de Petra. "Es un precedente bestial de la Guerra Civil, muy cinematográfico. Entré en un montón de foros de Internet donde la gente se da una caña terrible defendiendo a la Iglesia o a los obreros, anarquistas o quemaconventos. Pero con una agresividad y visceralidad como si acabara de pasar. Ves que la historia en España está viva, pero está viva para darnos hostias los unos a los otros. La Semana Trágica está viva, como la memoria histórica", comenta Alicia Giménez Bartlett.
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