Este artículo se publicó hace 17 años.
Pia Kjærsgaard, "reina" de Dinamarca y azote de inmigrantes y musulmanes
Las elecciones generales danesas, en las que el liberal Anders Fogh Rasmussen selló su tercer triunfo seguido, han tenido otro vencedor claro, el ultraderechista Partido Popular Danés (DF) y su líder, Pia Kjærsgaard.
Esta veterana política de 60 años, sin estudios superiores y que trabajó como oficinista y en servicios de ayuda a domicilio, comparte protagonismo con Rasmussen en las portadas de los diarios daneses, que se refieren a ella como "gran ganadora", "la que manda" o, directamente, la "reina de Dinamarca".
Tras una campaña en la que la atención ha girado en torno a Nueva Alianza, partido centrista cuyo propósito era restar influencia al DF, que la derecha no necesite de los votos de aquél es el mayor triunfo de Kjærsgaard, que seguirá siendo el aliado inevitable del Gobierno liberal-conservador y árbitro de la política danesa.
Desde su aparición en 1995 tras su escisión del Partido del Progreso, el DF ha conseguido que todas las elecciones se centren en un tema, la inmigración, y que términos como "lo no danés", "daneses étnicos" o "inmigrantes de segunda y tercera generación" sean de uso común.
Su "marca" está muy presente en las férreas normas implantadas en ese área por el Gobierno a partir de entonces.
Con un discurso directo y sencillo, centrado en política social y la defensa de los "valores" daneses frente al peligro que son los inmigrantes, en especial los musulmanes, ha sabido conectar con una parte significativa del electorado de un país muy homogéneo y poco permeable a las influencias exteriores.
Y tras su salto en 2001, cuando pasó de 13 a 22 escaños, ha mantenido su crecimiento y su rango de tercera fuerza política.
A Kjærsgaard, parlamentaria desde 1984 y fundadora del DF, no le ha importado subir el tono del debate más allá de la corrección, lo que le ha acarreado a ella y su partido numerosas denuncias por racismo, algunas condenatorias, y el odio de la comunidad inmigrante -apenas el 7 por ciento- y del electorado de izquierda danés.
Los musulmanes son el objeto preferido de sus ataques: el "enemigo interior", el "demonio" que pertenece a una civilización que vive en la Edad Media y pretende implantar la "sharia" en Dinamarca; personas que -dice- sólo se aprovechan del sistema de bienestar y por cuya culpa han aumentado la delincuencia y las violaciones.
"Los musulmanes tienen que vivir en países musulmanes y no aquí", dijo una vez uno de sus principales adláteres, el diputado Mogens Camre, en una frase que resume el sentir de un partido que ha pedido la prohibición total del velo, equiparándolo a la esvástica.
La "Haider" danesa jugó un papel importante en la "crisis de las viñetas", por la publicación de 12 caricaturas de Mahoma en el diario "Jyllands-Posten", erigiéndose como defensora de la democracia y acusando a los musulmanes daneses que las difundieron en Oriente Medio de "traidores" y merecedores de ser expulsados.
El DF tampoco dudó en caricaturizar a Mahoma en su propaganda electoral para esta campaña o en representarlo como un pedófilo en su revista interna, y su juventudes organizaron un concurso satírico sobre el profeta en una fiesta privada.
Famoso fue también el episodio protagonizado por otro de sus políticos más conocidos, Morten Messerschmidt, quien bajo el efecto del alcohol imitó el "Sieg heil" hitleriano y dio una serenata de canciones nazis en una fiesta con unos amigos, un episodio que le valió la expulsión del partido, aunque luego fue readmitido.
A diferencia de la ultraderecha de otros países, el DF ha mantenido un perfil más bajo fuera de Dinamarca, sin aliarse con los que serían sus equivalentes en Italia o Francia, por ejemplo.
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