Este artículo se publicó hace 15 años.
Tras los pinchos con conciencia política
"En cuanto cruzo la puerta veo fotos de presos etarras colgadas encima de la barra. Son fotos del tamaño de un folio, a color"
Ya se sabe: los amigos de mis amigos son mis amigos. Es mi primera vez en San Sebastián, quiero ver la ciudad, curiosear por los bares borrokas y no conozco a nadie. Llamo a mi amigo Mon, que rápidamente me busca acompañantes para mi incursión, y la frase de la canción se convierte en realidad.
Quedo con Nora y Andrea en el quiosco del bulevar, típico punto de encuentro de la ciudad. Les digo que mi intención es ver las herriko tabernas, como les decimos en la prensa de Madrid. Aquí nadie las llama así, suena mal y además no es la palabra exacta para referirse a estos bares.
Antes me llevan a algunos de los mejores bares de pinchos de Donosti, a llenar la tripa de cosas ricas y beber zuritos, es decir, cañas. Una cosa estoy comprobando en este viaje: hay crisis pero los bares están llenos en todas partes. Puede que los hosteleros se echen las manos a la cabeza y me insulten, y no dudo de que si antes nos bebíamos seis cañas, ahora sean cuatro, pero yo en todos sitios he visto a la gente llenando los bares. Aquí no es para menos y en algunos locales tenemos que esperar un buen rato a que nos sirvan.
Paseamos hasta la calle Ikatz, donde se concentran todos los bares borrokas de San Sebastián. En realidad, el nombre de la calle es Juan de Bilbao, pero tanto a los encargados como a las personas asiduas a estas tabernas no parece gustarles. Por eso, encima de la placa con el nombre oficial, está el de calle Ikatz, que significa carbón. Al parecer, en los sótanos de muchas de las casas que hay por aquí había grandes depósitos de carbón.
Mientras llegamos hasta allí me fijo en los balcones y fachadas. Tan sólo veo un tipo de pancarta, que se repite con frecuencia, la que pide el acercamiento de los presos al País Vasco. También las hay en la plaza de la Constitución y muchas en la calle Ikatz, que por cierto me imaginaba más grande.
Entramos en una de las tabernas. En cuanto cruzo la puerta veo fotos de presos etarras colgadas encima de la barra. Son fotos del tamaño de un folio, a color. No soy ninguna experta, pero entre los nombres reconozco a algunos que suenan fuerte. Las paredes están decoradas con dibujos de personas con banderas vascas. Veo unas cuantas pegatinas y carteles con lemas a favor de la independencia de Euskadi. En una se advierte a los extranjeros: "You are in the Basque Country. Freedom for the Basque Country".
Nora y Andrea me señalan que es el único bar de la calle que exhibe fotos de presos. "Donosti no es representativo en ese sentido, aquí es poca gente la que tiene esta ideología, en los pueblos el ambiente es muy distinto". Dicen que cuando se arma alguna gorda, hay quien se lo toma a broma: "Hay guiris que creen que es como una fiesta, yo los he visto enseñando el culo a la Ertzaintza y lanzando botellas sin saber qué pasaba".
Me intereso por cómo viven ellas el conflicto vasco, que al fin y al cabo son las que están aquí día a día. Me cuentan que desde siempre han hablado del tema, en el colegio, en el instituto, y que conviven con personas de toda ideología. Se han encontrado con quien defendía a ETA, pero pocas veces. El padre de Nora es político: "De pequeña no quería verle en el periódico. Yo veía que mataban a gente, a políticos, y por eso prefería no mirar los periódicos, lo pasaba mal".
Hablamos sobre el acercamiento de presos y sobre las fotos de etarras. "A mí no me parece mal que familiares de presos se manifiesten con fotos si lo hacen de forma pacífica, me parece mal que no les dejen hacerlo", dice Andrea. Nora no opina igual: "Sí, pero a mí no me gustaría que alguien se manifestara mientras enseña la cara de quien ha asesinado o hecho daño a uno de mis seres queridos". El debate sigue hasta tarde. Lo bueno es que es una batalla de palabras, aunque algunos las desprecien.
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