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"Desde la pobreza, por necesidad, se puede llegar a la violencia"

Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori firman '7 cajas', una mezcla de 'thriller', denuncia social y comedia que se estrena hoy en España tras triunfar en Paraguay

BEGOÑA PIÑA

Decir que una película ha atraído a 300.000 espectadores no resulta nada llamativo, a no ser que se esté hablando de un país como Paraguay, con siete millones escasos de habitantes y con un total de 20 producciones paraguayas a lo largo de toda su historia. 7 cajas es el título de este fenómeno, un filme producido y dirigido por Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori, sobre un guion del primero. Se trata de una historia rodada en el inmenso Mercado 4 de la ciudad de Asunción, en la que los directores han apostado por hacer un cóctel de géneros: thriller, retrato social y humor negro.

El retrato social viene del espacio en el que se ha rodado la historia, ese mercado que ocupa ocho manzanas del centro de la ciudad y que aloja a ciudadanos de diferente condición social, distinta raza y muy variadas necesidades. El humor negro es reflejo directo de la personalidad de los paraguayos. Y el thriller nace de la situación en la que se mete el personaje principal, un carretillero obsesionado por salir en televisión. Es un chico que se gana la vida con lo que le dan por transportar los pedidos y que, de pronto, se encuentra llevando siete cajas por los pasillos laberínticos del mercado sin saber qué hay en ellas y siendo perseguido por un grupo de carretilleros mal encarados y con letales intenciones.

Carretillas, en vez de potentes coches, y chicos sin un duro que se la juegan, en este caso, por cien dólares. Es la versión paraguaya del cine de acción hecho en Hollywood, una fórmula que ha conquistado al público en su país y en muchos festivales de EE.UU. y Canadá, y que ha sido posible en buena parte gracias al Premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián. Los debutantes Celso Franco y Lali González son los protagonistas.

¿Cómo se les ocurrió esta historia?

En 1991, trabajando para un programa de investigación de televisión, El ojo, pasé una noche en el Mercado número 4, con los trabajadores de la noche. Al amanecer, le dije a Tana que era un lugar fascinante para hacer una película allí. En 2004 volvimos y yo busqué al personaje que me parecía más emblemático, el carretillero, porque quería hacer una historia con ellos, con personajes de ese lugar.

La película mezcla géneros, intriga, comedia negra y retrato social, ¿cuál les interesaba más?

Los tres, entendíamos que lo queríamos era contar una historia con lo que le llega a la gente en Paraguay. En nuestro país no tenemos cine, no tenemos tradición y queríamos manejar la fórmula del thriller americano, que es un camino seguro al entretenimiento. Pero, por supuesto, hay un retrato. El protagonista está inspirado en Tono, un carretillero real. ¡Es  muy fuerte! Ellos necesitan muy poca plata, la justa para vivir, y eso a veces no lo recaudan en todo un día. Quisimos que eso estuviera en nuestra película, aunque de una forma sutil, sin escarbar demasiado, pero sin esconderlo, es la realidad.

¿Y el humor negro es propio de ustedes dos?

El humor negro es más porque el paraguayo es así, se ríe de sus desgracias. Y los malos de la película no son los clichés, son más bien malos tontos, como lo somos los paraguayos, que nos hacemos mucho los tontos.

Hay un personaje en la película, un carretillero que, desde la miseria y por pura necesidad, se convierte en la peor amenaza del joven protagonista...

Porque desde la pobreza, por necesidad, se puede llegar a la violencia. Desde la miseria a veces se llega a la violencia y son los políticos los que tienen la culpa de eso. Ahora acá en España uno puede encontrar eso, en Paraguay es la misma historia de siempre. La pobreza es mayor ahora aquí y todos saben que lo que es verdaderamente importante es la educación, que los países inviertan en educación, pero, ¡por favor, sobre todo, que la gente coma, que no se permita que la gente pase hambre! Nosotros en Paraguay tuvimos momentos muy críticos, pero ahora aquí en España nos damos cuenta de que nuestras historias hoy son universales. ¡Ojalá las cosas puedan mejorar pronto!

El Mercado 4 de Asunción es como un microcosmos, ¿refleja la realidad social de Paraguay hoy?

Sí. El Mercado 4 es el más grande de Paraguay hoy, es un microcosmos, como dices, fiel reflejo de lo que somos, una mezcla cultural y racial maravillosa. Allí se vende todo. En la misma cuadra se vende verdura y la última tecnología que llega de contrabando. En el mismo sitio hay gente que pasa necesidades grandes porque no cubre lo mínimo para poder comer y al lado tiene un último modelo de 4x4. Es una mezcla muy extraña la que subsiste, como en el país, y en medio se conserva el sentido del humor.

¿Y la obsesión del chico por soñar con que está en la televisión de dónde viene?

A lo mejor es Paraguay, que quiere verse reflejado en su cine. A lo mejor es otra cosa. Tiene muchas lecturas.

Apostaron por actores no profesionales, ¿buscaban mayor veracidad?

En cierto modo. Sí. Les dimos el guion en castellano y cada uno hizo una propuesta en guaraní. Además les pedimos que investigaran a gente en el mercado en la que se podía inspirar su personaje. La idea es que el guion fuera algo orgánico, que hubiera fusión entre la ficción y la realidad.

¿Todos los personajes están inspirados en personas reales?

El carretillero, sí. Estuvimos hablando con un carretillero, Tano, para entender su vida. Empezamos a hablar con él sin saber su nombre y hablando, nosotros en castellano, él en guaraní, pero entendiéndonos. Los otros son una mezcla de varios. Pero la película también está inspirada en el cine que vimos, porque queríamos hacer una especie de homenaje al cine con el que crecimos, pero que llevara el sello paraguayo. Hicimos una película para nosotros, que se universalizó.


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