Este artículo se publicó hace 15 años.
El posible canje con Hamás reabre en Israel un viejo debate y muchas heridas
La posibilidad de que en los próximos días Israel comience a liberar cientos de presos palestinos para recuperar al soldado Guilad Shalit ha reabierto el viejo debate sobre si esos canjes alientan el terrorismo y futuros secuestros.
El intercambio, que podría realizarse antes de la fiesta musulmana del Sacrificio el fin de semana, obligará a Israel a liberar, de forma inmediata, a 450 presos palestinos, y entre ellos a los autores materiales o intelectuales de algunos de los atentados suicidas contra civiles más sangrientos de la Segunda Intifada.
Nombres como el de Abdala Barguti, fabricante de bombas que mataron a 46 israelíes entre 2001 y 2003, o el de Ibrahim Hamed, comandante de Hamás a quien se atribuye la muerte de 76 israelíes, resuenan en la conciencia colectiva local como sinónimo de muerte y destrucción; terrorismo en el sentido literal de la palabra.
"Son asesinos que han matado entre una y 65 personas cada uno, así que empezad a calcular" las víctimas, dijo en rueda de prensa el diputado ultraderechista Arie Eldad, que se opone a la liberación de "semejante cantidad de terroristas por un solo soldado".
"Tened valor y rechazad este acuerdo maldito, el canje sólo nos traerá una vida plagada de terrorismo", planteó en la misma comparecencia su colega de extrema derecha Uri Ariel, alentando a los ministros a que voten contra el canje cuando el jefe del Gobierno, Benjamín Netanyahu, lo presente a debate.
Shalit, de 21 años, fue capturado por tres milicias palestinas, entre ellas la de Hamás, en una incursión a un puesto de vigilancia israelí junto a la frontera con Gaza en junio de 2006.
Desde entonces, ambas partes han negociado en varias ocasiones con la mediación de Egipto y Alemania, pero el anterior primer ministro israelí, Ehud Olmert, no se atrevió a cerrar el trato por la identidad de los palestinos que habría de dejar en libertad.
Además de los 450 "peces gordos" de Hamás y otras milicias de Cisjordania y Gaza, Israel deberá poner en libertad en un plazo sin fecha a otros 550 palestinos que elegirá de motu propio.
Para una parte de los israelíes, se trata en conjunto de un precio demasiado alto, bien por el impacto que pueda tener la reincorporación de los primeros 450 a las filas de sus respectivos grupos armados o por el precedente para futuros canjes.
En teoría, cuando ha tenido a soldados cautivos en poder de grupos armados palestinos, Israel ha sostenido invariablemente que "no negociaría con el terrorismo", pero el precedente de canjear unos pocos soldados por miles de árabes es tan viejo como el propio Estado judío.
La 'tasa de cambio' la fijaron los canjes con los Estados vecinos en guerra, como cuando en 1957 Israel intercambió 5.500 prisioneros egipcios por un piloto y tres soldados.
El precedente con grupos tipificados como terroristas por la legislación israelí lo sentó en 1985 el llamado "Acuerdo Yibril", por el nombre del entonces líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General (FPLP-CG), Ahmed Yibril.
En esa ocasión, y a cambio de tres soldados, salieron a la calle 1.150 palestinos capturados durante la Primera Guerra del Líbano (1982) y terroristas de varias nacionalidades que habían cometido atentados en Israel.
Desde aquel año hay documentados una decena de canjes con otros grupos armados palestinos y el libanés Hizbulá.
"El precio es alto pero no hay más remedio que pagarlo", explica sobre el eterno dilema de Israel la columnista del Yediot Aharonot Smadar Peri, al recordar la dramática situación de los padres del militar y el compromiso indeleble del Estado de devolver sus soldados cautivos a casa.
Están también los que recuerdan la traumática desaparición en Líbano del piloto Ron Arad, capturado con vida en 1986 por una milicia palestina, Amal, que pidió por él tres millones de dólares.
Israel rechazó el pago del rescate argumentando que el dinero ayudaría a un grupo terrorista a comprar armas que después usaría contra sus fuerzas.
El piloto desapareció unos años después sin dejar rastro.
El "síndrome Arad" marcó a toda una generación, la misma que hoy defiende que la "integridad y solidez" de un pueblo se mide en momentos como éste y que, si no hace lo posible para que vuelva Shalit, el Estado perderá su capacidad moral para exigir a los jóvenes que luchen por él en el campo de batalla.
Un compromiso moral, además, que está avalado por uno de los principios fundamentales más antiguos del judaísmo, la "Redención de prisioneros", un precepto bíblico ineludible que desde tiempos del Patriarca Abraham obliga a cualquier judío a pagar un rescate por otro correligionario cautivo.
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