Este artículo se publicó hace 15 años.
"Prefiero la permisividad con las drogas que el prohibicionismo"
Fernando Grande-Marlaska. Superjuez de la Audiencia Nacional. Estudió en La Salle, vivió la Movida en Bilbao y ahora comparte Madrid con su marido, Gorka
Estaría fenomenal poder decir que a Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962) le influyó el personaje de Lawrence de Arabia en su deseo infantil de ser un trotamundos, pero es que eso es mentira. O en el hecho de ser homosexual, pero es que tampoco. Es más, cuesta encontrarle las cosquillas a alguien con la piel a prueba de balas. Fíjense, que ni siquiera ha aprovechado esta entrevista-viaje para ajustar cuentas con una educación en colegio y universidad católicos. A ellos les debe "el sentido de la disciplina y la responsabilidad". Ideal para un juez que se sacó las oposiciones escuchando a Sabina, que este verano ha sido proclamado El Gay Más Influyente de España y que prefiere los viernes a los sábados para salir de marcha. "Los domingos, en casa. Leyendo, viendo una película o mirando a las musarañas, que también está muy bien", reconoce.
¿Trotamundos, decía? "Por darle alguna definición. Siempre que me preguntaban qué quería ser de mayor, sentía esa necesidad de ir a sitios, conocer lugares, gentes, meterme en otros mundos, en otras historias, tanto geográficas como personales. Es esa necesidad de desarraigarme de mi propia realidad y de mi entorno como una forma de conocerme y conocer lo que me rodea", cuenta en su despacho de la Audiencia Nacional. Pero es paradójico y triste que como superjuez no pueda ni siquiera hacerse una fotografía en su terraza sin que salga el tema de su seguridad.
"La soledad de una forma permanente no puede ser positiva para nada"
Rebobinemos. Bilbao, años setenta. Grande-Marlaska practica judo y baloncesto en La Salle, es un buen estudiante ("no tenía sensación de que todo fueran los libros, pero aprobar las asignaturas era algo que no se podía discutir") y, claro, debe hacer el paripé echándose novia ("algo inherente a mi generación: no teníamos referentes"). ¿Ni siquiera entonces aparecían fisuras en esa imagen de quién era y qué quería? "Fue una etapa difícil. ¿Traumática? No. Ni frustrante. Quizá mi educación fue suficientemente estoica. Nada de conformismo estúpido tipo tengo-que-soportar-todo-lo-que-me-viene-porque-tengo-que-hacerlo, sino que me enseñó a evitar la frustración. A ser consciente de que todas tus aspiraciones emocionales no podían materializarse y que ello no te generara una situación de melancolía o victimismo permanente".
Avance. Bilbao, años ochenta. Grande-Marlaska estudia Derecho y vive La Movida. "En cierta medida. Bilbao era, en esos años, 1980-1982, bastante moderna, dentro de las ciudades de provincias. Salía mucho. Fueron años vertiginosos". Una cuadrilla de amigos maja, Interrail en verano y noches bailando, "porque era un bailongo". Los dos últimos años de carrera fueron peores: "Tuve un desencuentro con amigos, murió mi padre y empezaba a frustrarme no encauzar mi sexualidad. Fueron dos años de soledad, de introspección. No suficientemente agradables". ¿Una soledad que quizá le ayudó a llevar mejor, poco después, la vida de opositor? "Nada. No creo que el hecho de encontrarte en soledad de una forma permanente pueda ser positivo para nada".
Stop. Madrid, 2009. Grande-Marlaska es también el nombre de un grupo de pop, que es lo primero que te sale si lo googleas. El de verdad lleva seis años y medio en la capital y bonometro en la cartera. O sea, que aunque ya es superjuez, no vuela.
"No tengo claro que lo que hago es lo que quiero hacer el resto de mi vida"
Se ha casado con Gorka, con quien no se pone de acuerdo en lo de tener niños porque su marido es profesor "y quizá la idea le produce algo de urticaria". No acostumbra a bajarse nada de Internet y cuando oye "legalización" en el tema de drogas lo tiene claro: "Me genera más miedo el elemento prohibicionista que el de permisividad".
¿Le reconoce la gente por la calle? "Andando, de vaquero y camiseta, no; pero cuando me siento a tomar algo..." ¿Qué le dicen? ¿Algo malo? "Malo, no. La gente en ese sentido es cobarde", ríe. Le interesa la política diaria y sobre si le tienta dar el salto: "Decir no es peligroso y falso. No tengo absolutamente claro que lo que hago ahora es lo que quiero hacer el resto de mi vida".
Entonces, ¿qué va a ser de mayor? "Trotamundos: desarraigarme cada día arraigándome en otros lugares, con otra gente, y luego poder contarlo. Y volver a mi sitio, a regarme, a arraigarme... para volverme adesarraigar".
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