Este artículo se publicó hace 15 años.
El presidente Ian Khama y su partido se encaminan a una nueva victoria electoral en Botsuana
El presidente botsuano, Ian Khama, y su grupo político, el Partido Democrático de Botsuana (BDP), se encaminan a una nueva victoria en las elecciones generales que se celebran este viernes en el país.
Aunque Khama, hijo del primer presidente de Botsuana, Seretse Khama, sólo ha estado al frente del Ejecutivo desde abril de 2008, el BDP lleva en el poder desde la independencia del país en 1966 y se espera que en estos nuevos comicios el partido vuelva a hacerse con la gran mayoría de los votos de los ciudadanos.
La amplia victoria del BDP es previsible hasta el punto de que los principales partidos de la oposición ya han admitido que no esperan ganar los comicios.
Sin embargo, Akanyang Magama, parlamentario del Frente de Botsuana, ha afirmado que la gran cantidad de menores de 30 años registrados para votar indica que los botsuanos quieren un cambio y que la oposición avanzará puestos.
De los 1,9 millones de habitantes con los que cuenta Botsuana, más de 720.000 se han registrado para ejercer su derecho al voto y, de ellos, cerca de 243.000 tienen entre 18 y 29 años, según cifras de la Comisión Electoral Independiente.
Aunque la oposición está convencida de que esta vez el número de votos del partido gubernamental se verá reducido, el encargado de la campaña electoral del BDP, Vincent Seretse ha declarado que su formación espera obtener al menos un 70 por ciento de los sufragios.
En las pasadas elecciones del 2004, el BDP ya consiguió hacerse con más de un 77 por ciento de los sufragios al obtener 44 de los 57 escaños de la Asamblea Nacional.
Desde 1966 hasta la fecha, todas las elecciones que se han celebrado en Botsuana han sido libres y pacíficas.
Botsuana, el mayor exportador de diamantes en bruto del mundo y considerado como uno de los países africanos más estable tanto en materia económica como política, ha registrado un crecimiento de su Producto Interior Bruto del 7 por ciento de media en los últimos 20 años y se acerca a los 6.000 dólares de renta per cápita anual.
Sin embargo, la crisis económica mundial ha llevado a un fuerte descenso en la exportación de los diamantes en un país que ya en 2006 vio como se reducía su crecimiento a un 4 por ciento y que en 2008 entró oficialmente en recesión.
Por esta razón, los partidos de la oposición han llamado a la diversificación de las exportaciones de Botsuana y a que se tenga una mayor atención a la agricultura y los productos manufacturados, en lugar de depender únicamente del mercado minero.
La minería ha sido objeto también de la principal acusación de violación de los derechos humanos que se le ha hecho a Botsuana, respecto a la ocupación de las tierras de los bosquimanos para la explotación de diamantes.
La organización Survival Internacional ha denunciado que el Gobierno de Gaborone impide que las decenas de miles de bosquimanos que viven en Botsuana cacen en sus tierras ancestrales del Kalahari y les ha cortado el acceso al agua para subsistir en la zona, pese a una sentencia del Tribunal Supremo de 2006 que declaraba ilegal su expulsión.
Según Survival Internacional, la actitud del Gobierno con los bosquimanos pretendía beneficiar a la empresa minera De Beers, con la que Gaborone comparte al 50 por ciento el negocio de los diamantes, que negó la importancia económica de una mina localizada en el territorio en disputa.
Sin embargo, en 2007 De Beers vendió sus derechos a otra empresa, Gope a Gem Diamonds, que anunció su intención de abrir la mina, aunque la caída de la venta de diamantes por la crisis mundial lo ha impedido hasta el momento.
Pese a la estabilidad política y económica de Botsuana, su población sufre un alto índice de pobreza y desempleo, como resaltan los opositores a Khama: "Los jóvenes buscan un cambio porque son los que más afectados se ven por la tasa de paro", afirmó Magama.
No sólo la pobreza atenaza Botsuana, sino que Khama deberá enfrentarse también al virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH), que provoca el sida, en un país que tiene una de las tasas más altas del mundo de afectados, con un 23,9 por ciento entre la población adulta.
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