Este artículo se publicó hace 13 años.
La presión de los medios
Desde la poética noche de los tiempos, pero sobre todo desde la aurora moderna y decimonónica y tras las revoluciones llamadas burguesas que cambiaron Europa, los medios de comunicación, al nivel de su desarrollo en cada etapa histórica, han sido sistemáticamente acusados de ser los responsables de toda iniquidad. Sin negar que hay medios más inicuos que otros y sin negar que, en general, los medios han creado opinión de forma muy importante, hay que reconocerles su capacidad no sólo de informar y presionar, sino de organizar tendencias sociales, económicas y políticas.
La expresión antes usada de la noche de los tiempos siempre nos remite al caos original y al huevo cósmico, digamos, en una imagen cargada de las largas soledades estelares de un ser humano a punto de caer, como veremos, en las garras de la prensa en cuanto amanezca en el cosmos infinito: la prensa tiene mucho que ver con el amanecer y con el desayuno. Si la prensa tiene que ver con las primeras impresiones del día, la prensa hace, como dicen los americanos, priming: nos prepara para el resto del día y nos determina con sus noticias, sus imágenes, sus letras y sus comentarios. Es una guía para la acción cotidiana entre las élites que leen letra impresa. Lo mismo, con sus peculiaridades, para la radio o la televisión o el mismo internet.
La prensa nos determina con sus noticias, sus imágenes y sus comentariosA lo largo de 2010, las noticias y los editoriales de los principales medios escritos de España mantienen un dominio prioritario y casi absoluto sobre los temas que interesan a los ciudadanos: son previos a estos últimos y determinan su existencia y su jerarquía. Esto quiere decir que los medios marcan con fuerza las preocupaciones de los ciudadanos, o dicho en el lenguaje de una conocida teoría de la comunicación (Agenda-setting theory: teoría del establecimiento de la agenda), que estudia la relación entre los medios y la opinión pública (teoría muy bien corroborada, por cierto), la Agenda Mediática (portadas y editoriales) mantiene una alta correlación positiva con la Agenda Pública ("¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?", pregunta textual del CIS).
A pesar de esa determinación y de esa correlación numérica, hay algunos cortocircuitos entre los medios y la ciudadanía: el paro es el más importante entre los problemas que ven los ciudadanos, pero no es un gran tema mediático así enunciado, aunque mensualmente cae sobre los lectores el martillo pilón de la buena/mala noticia de su reducción/ampliación. La inmigración, un problema relativamente importante en la agenda de los ciudadanos, no es relevante tampoco en los medios. El terrorismo es muy débil entre los ciudadanos como tema-problema, pero es importante en la agenda de los medios.
La ciudadanía reelabora las propuestas mediáticas y no siempre las asumeHay, por tanto, una cierta autonomía ciudadana que se expresa en temas como estos, en los que el ciudadano deja su impronta más allá de la presión mediática. Esos temas son muy significativos en la comunicación político-electoral: el PP, en la legislatura anterior, centró su oposición en el terrorismo, que era un tema muy mediático pero no tan ciudadano. Asumir esa agenda mediática (de sus medios más afines) le llevó a construir su agenda política sobre un concepto equivocado que favorecía al PSOE en el legendario social y en su relación con la intención de voto (siempre se apoya al Gobierno ante el terrorismo).
La presión de los medios es grande, pero la ciudadanía reelabora las propuestas mediáticas y no siempre las asume. Hay un grado de libertad muy relevante, al tiempo también que la presión mediática es evidente y medible.
Es evidente que en España, como en otros países del sur de Europa, y como destacan diversos estudios de suficiente base empírica, la prensa tiene fuertes alineamientos políticos y sustituye a la generalmente insuficiente e incluso ineficiente comunicación partidaria. A la presión temática transpartidaria se suma la presión ideológica (en la prensa de la derecha política esto es mucho más evidente: es prensa sobreideologizada), y esta presión ideológica tiene la forma de interpretaciones de los hechos (los americanos le llaman framing a la operación de encuadrar/interpretar). No hace mucho se ha convertido en best seller en español el libro de George Lakoff No pienses en un elefante, una explicación, sobre todo, de las interpretaciones/encuadres del Partido Republicano en Estados Unidos: indispensable para entender el movimiento Tea Party.
Si dividimos el porcentaje de noticias dedicadas a cuestiones económicas por el porcentaje de noticias dedicadas a la política en los principales medios impresos de España, nos encontramos que donde esa división es favorable a la política (la división es menor que 1) es exclusivamente en Catalunya. El resto de la periferia no habla mucho de política (salvo Madrid, puro centro, que tiende a un equilibrio). La prioridad política en Catalunya es transversal a las ideologías o alineamientos partidarios. También en Madrid el empuje político, que no va tan allá como el catalán, es transversal. Hay muchos más rasgos relevantes en la relación medios/ciudadanía, y otra vez entraré en ellos.
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