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El príncipe de los geómetras

El matemático ruso Misha Gromov recibe hoy el premio Abel, el nobel de la disciplina

JAVIER FRESÁN

Por qué Alfred Nobel no creó un premio de matemáticas? Mientras hay quien aduce como causa un trauma infantil o la animadversión hacia el matemático sueco Mittag-Leffler, que habría sido el ganador más probable, para otros la ausencia se debe simplemente al carácter más aplicado que teórico que han tenido los galardones desde su fundación. A falta de un Nobel, los mejores trabajos de la disciplina se reconocen cada cuatro años con la medalla Fields. Aunque los medios de comunicación a menudo se refieran a ella como 'el Nobel de las matemáticas', la analogía es más estrecha con el joven premio Abel, que hoy recoge el ruso nacionalizado francés Mijaíl Leonidovich Gromov en una ceremonia presidida por el rey de Noruega.

Creado por la Academia de las Letras y las Ciencias de Noruega con motivo del bicentenario del nacimiento de Niels Henrik Abel, el premio distingue la trayectoria investigadora de toda una vida y fue entregado por primera vez en 2003 a Jean-Pierre Serre, en reconocimiento a sus ideas revolucionarias que han cambiado el rumbo de la geometría algebraica, la topología y la teoría de números.

La lista de premiados incluye a Michael Atiyah, uno de los matemáticos más influyentes del siglo XX; Srinivasa Varadhan, un experto en teoría de la probabilidad; y dos de los fundadores de la teoría moderna de grupos, Thompson y Tits. A ellos se une desde hoy Misha Gromov, de quien el jurado ha destacado su trabajo 'profundo y original' y el hecho de que siga siendo 'increíblemente creativo'. El trabajo de Gromov 'será fuente de inspiración para futuros descubrimientos matemáticos', subraya el tribunal.

Mijaíl L. Gromov nació en 1943 en Boksitogorsk, una pequeña ciudad al este de San Petersburgo. Tras sus estudios de licenciatura, se doctoró en 1968 bajo la dirección de Vladimir A. Rokhlin y fue profesor adjunto de la Universidad de Leningrado. Después de un paso rápido por Nueva York, donde sigue investigando para el Instituto Courant, obtuvo una plaza como profesor permanente en el Institut des Hautes Études Scientifiques (IHES) de Bures-sur-Yvette. Su director, Jean-Pierre Bourguignon, destaca que muchos de los éxitos recientes del centro se deben a la genialidad y amplitud de miras de Gromov, al que no es difícil encontrar, con su barba y sus chaquetas de lana características, sentado en la primera fila del auditorio, haciendo agudas observaciones. En los últimos años, por ejemplo, su interés por la descripción teórica de las estructuras genéticas ha llevado al IHES a abrir sus instalaciones, tradicionalmente reservadas a matemáticos y físicos teóricos, a biólogos.

La obra científica de Gromov se compone de 122 publicaciones, que han recibido más de 5.000 citas. Su idea de que el conjunto de todos los espacios métricos es también un espacio métrico, en el que la distancia entre dos espacios se calcula sumergiéndolos en un tercero mayor, condujo en los 80 a dos teoremas de compacidad y convergencia que llevan su nombre. En uno de sus artículos más citados, Pseudoholomorphic curves in symplectic manifolds, Gromov introduce un nuevo objeto, las curvas pseudoholomorfas, que se han revelado fundamentales. Su trabajo juega también un papel muy importante en la llamada teoría de cuerdas.

El enfoque geométrico que marca la obra de Gromov desde sus primeros trabajos se extiende también a las ecuaciones diferenciales y a la teoría de grupos, en la que su caracterización de los llamados 'grupos de crecimiento polinomial' ha abierto un diálogo riquísimo entre el álgebra y la geometría. Más allá de sus ideas, sin las que el panorama de las matemáticas de este siglo sería muy distinto, Gromov es un apasionado conferenciante, con una visión moral de la ciencia que le lleva, por ejemplo, a defender la decisión de su colega Grigori Perelman de rechazar la medalla Fields.

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