Este artículo se publicó hace 16 años.
Rafael
Con la delicadeza prosaica que le caracterizaba, Rafael Azcona murió el lunes. Mientras el personal se desplazaba en caravanas de vacaciones, él se marchó sigilosamente diciendo "ya está", como si fuera la última secuencia de una de sus historias.
Escritor de amplio espectro, Rafael dedicó sus mejores afanes al cine. Pese a ser, por su profesión, una persona pública, con un pudor exquisito, le ahorró a su mujer y a sus dos hijos la pesadez de andar apareciendo en revistas y televisiones. En un último rasgo de su personalidad, amorosamente respetado por su viuda, ha evitado la imagen de su decrepitud porque, como me dijo hace unos días lleno de coquetería, "es que estoy muy feo".
Él recibió con alborozo la aparición de este periódico con la afirmación de que: "En España, cuando haya más periódicos civiles que religiosos, estaremos a salvo". Rafael: en nombre de tus espectadores, "continuará", porque tus películas están vivas; en el de tus lectores fin del volumen: pronto aparecerá Los ilusos, revisado por ti en tus últimos días de vida. Y en nombre de tus incontables amigos y en el mío propio: "Hasta pronto, Rafael. Tu amigo, Pepe".
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