Este artículo se publicó hace 16 años.
Recuperar lo perdido
El Reina Sofía pone de manifiesto el espíritu republicano del Guernica con una modificación espacial y la exposición de obras críticas con el franquismo
Manuel Borja-Villel asumió las riendas del Museo Reina Sofía con la idea de convertirlo en el MoMA del siglo XXI y seis meses más tarde revoluciona el modo de mirar el Guernica. La remodelación espacial obedece a la voluntad de que “el museo sea un lugar de pensamiento e investigación”, lo que implica que “la colección permanente se deshaga de la rigidez”, declaró el director.
Técnicamente, las novedades son dos. La primera atañe a la iluminación, que se ha potenciado, permitiendo apreciar toda la gama de grises que utilizó Picasso. La segunda tiene que ver con su presentación al público, que ha pasado de ser lateral a frontal, cercándolo entre dos paredes. El resto de las salas se han adecuado en función del lienzo. Borja-Villel indicó que “esta primera remodelación de la zona del Guernica es más cosmética que profunda”. Las novedades más jugosas proceden del material artístico y documental que se ha añadido en las salas aledañas. Una incorporación que Borja-Villel justificó porque contextualiza el lienzo: “Queremos que el museo sea un lugar a través del que aprender nuestra propia Historia”.
Contexto de denuncia
El 20 de agosto de 1936 André Breton, Yves Tanguy, Maurice Heine y otros siete intelectuales suscriben un manifiesto contra la posición neutral del Ministerio francés de Exteriores con respecto a la Guerra Civil, que estaba significando una auténtica “sangría para el Frente Popular frente al fascismo”. El documento se muestra en una sala anexa al Guernica, junto a fotografías de Robert Capa y Dora Maar, libros de ilustraciones de Horacio Gómez y Antonio Rodríguez Luna y una carta del cartelista Josep Renau a Picasso.
En 1937 Horacio Ferrer retrata el terror de la guerra en Aviones negros y Alberto Sánchez esculpe El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, ambas en exposición. En noviembre del mismo año París acoge una muestra universal en la que el pabellón de España iza la bandera tricolor. Proyectado por los arquitectos Josep Luís Sert y Luís Lacasa, en sus paredes se leen mensajes de apoyo a la causa republicana y un llamamiento a la resistencia por parte de Manuel Azaña.
El edificio exhibió la película de propaganda Espagne 1936, dirigida por Jean Paul Dreyfus con guión de Luis Buñuel y la Fuente de mercurio que Alexander Calder realizó para criticar el oportunismo de los golpistas al ubicar Almadén (Ciudad Real) en sus objetivos prioritarios por el valor de sus minas.
Hoy las maquetas originales del pabellón, la fuente y la película completan el contexto de denuncia del Guernica. Un paseo que se cierra con una escultura en acero forjado de David Smith del 57 (Tanktotem VI) y la proyección de Canciones para después de una guerra (1971), del cineasta salmantino Basilio Martín Patino.
Borja-Villel explicó que el salto al último período franquista confiere a la muestra una estructura de micronarraciones. “Este ir y volver significa la voluntad del museo por escribir la Historia de forma diferente”, precisó. Con inquietudes como esta parece probable que el Reina Sofía deje de ser un patito feo para ocupar ese “lugar privilegiado” al que se refirió Borja-Villel el pasado enero, cuando hablaba de sus expectativas.
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