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El Reina Sofía salda la deuda con Julio González, padre de la escultura en hierro

EFE

Julio González fue, junto con Giacometti y Brancusi, uno de los tres grandes de la escultura del siglo XX, pero hasta ahora no se había saldado la deuda que con él se tenía con una gran exposición retrospectiva organizada en el Museo Reina Sofía.

Considerado el padre de la escultura moderna en hierro, la exposición dedicada a Julio González (Barcelona,1876- Arcueil,1942) llega a Madrid tras su exhibición en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), en un proyecto de colaboración entre los dos museos.

La muestra recupera muchos aspectos de la obra del artista no conocidos y resalta su destacado papel en las vanguardias artísticas como pionero de la escultura en hierro y creador de un lenguaje personal con el que contribuyó a la renovación de la escultura del siglo XX, y valorado como una de las aportaciones más valiosas de las vanguardias de los años treinta.

El artista comenzó a trabajar en este material a finales de la década de los veinte, con más de cincuenta años. Su contacto con Picasso, con quien colaboró entre 1928 y 1932, le permitió descubrir las posibilidades que tenía el hierro para la escultura.

El artista malagueño le pidió su colaboración para crear una serie de obras de hierro, entre ellas "Femme au jardin". González ya había desechado el proceso tradicional de vaciado en metal fundido por la utilización de las técnicas directas del trabajo del hierro: la forja y el ensamblado mediante soldadura autógena.

"No hay duda de que Julio González es uno de los artistas españoles que ocupa un lugar más destacado y de privilegio en el siglo XX", según la comisaria Mercè Doñate, responsable de la colección de Arte Moderno del MNAC, que ha seleccionado más de doscientas obras en las que se aprecia la diversidad de su producción.

En los primeros ámbitos, "González antes de González", se pueden contemplar sus inicios como artesano y orfebre, así como sus primeros dibujos, pinturas, algunas esculturas de pequeño formato y máscaras de cobre repujado.

En "La experimentación con el relieve" se muestra cómo González trabaja en relieves en metal en detrimento de la pintura, tratando el cobre repujado, con el que investiga las posibilidades de la plancha de hierro.

"Dibujar en el espacio" trata su relación con Picasso y su transformación del hierro en materia escultórica, con nuevas y originales formas que se alejaban de los planteamientos tradicionales de simetría, creando un lenguaje abstracto personal e innovador.

El propio escultor definió como «dibujar en el espacio» las obras lineales o filiformes que datan de este período y que incorporan el espacio a la escultura. En paralelo a estas esculturas filiformes, utilizó la plancha de hierro para crear volúmenes más compactos.

El siguiente ámbito aborda "La construcción de un símbolo. La Montserrat". González cedió La Montserrat para ser expuesta en el Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937. La figura de la campesina catalana con un hijo en brazos y una hoz en la mano se convirtió en un símbolo contra la violencia de la guerra.

Considerada una de sus obras maestras, su estado de conservación no ha permitido su cesión por parte del museo Stedelijk Museum de Amsterdam en el que se encuentra, por lo que la exposición reúne obras que muestran su larga gestación.

"La última etapa. La figura metamórfica", trata de las dos esculturas más destacadas de su producción: La Montserrat, por su carácter simbólico, y Mujer ante el espejo, porque supone la culminación de su lenguaje.

Esta pieza, obra maestra capital de la escultura moderna, es según la comisaria la más ambiciosa de González tanto por sus dimensiones como por su gran complejidad conceptual y formal.

Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, consideró a Julio González como figura fundamental para entender el siglo XX "pero -dijo- se quedó atrapado entre la segunda mitad del siglo XX, que fue básicamente escultórica, y la primera mitad, básicamente pictórica. Entre una y otra no tuvo su lugar". Además, la presencia de Picasso y del escultor estadounidense David Smith "hicieron que su obra pareciese la de un artesano, lo que -añadió- no es así".

El montaje realizado en las luminosas salas de la tercera planta permite contemplar las complejidades de su obra en una exposición "irrepetible, debido a la fragilidad de muchas de ellas".

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