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La retrospectiva de Meireles pone al artista "donde se merece", según la Tate Modern

EFE

La retrospectiva de Cildo Meireles que se inaugura la próxima semana en Londres y viajará luego a España, Estados Unidos y Canadá "pone al artista brasileño donde se merece", según el director de la Tate Modern, el español Vicente Todolí.

Todolí fue el primero que organizó una gran exposición de Meireles cuando estaba al frente del Instituto Valenciano de Arte Moderno y es ahora comisario de esta retrospectiva junto al británico Guy Brett, otro gran conocedor del arte latinoamericano.

La gran exposición de la Tate, que podrá visitarse del 14 de octubre al próximo 11 de enero, viajará luego al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, al Museum of Fine Arts, de Houston, al Los Angeles County Museum of Art y finalmente a la Art Gallery of Ontario (Canadá).

Meireles, que ha recibido el premio Velázquez, de España, y el Ordway, de EE.UU., dedicado a artistas "no suficientemente reconocidos", representa con respecto al arte conceptual lo que el uruguayo Torres-García supuso frente a las vanguardias europeas de los años veinte o los brasileños Hélio Oiticia y Lygia Clark en relación con la abstracción geométrica.

"Aunque todos ellos pueden haberse nutrido de movimientos vanguardistas europeos, los adaptan siempre a la idiosincrasia latinoamericana, los transforman, eliminan su carácter sistemático y puritano y les dan siempre un toque poético, físico, corporal y emocional a un tiempo", explica Todolí en declaraciones a Efe.

El director de la Tate Modern explica, además, el lado político del arte de Meireles por el pasado dictatorial de su país y recuerda que lo mismo pasó con movimientos españoles como el pop del Equipo Crónica o el Equipo Realidad durante la dictadura franquista.

Pero "en cuanto desapareció el enemigo: la dictadura, el arte de Meireles se vuelve menos directamente político y más poético", agrega Todolí.

Meireles aprovechó en su día los mecanismos de distribución, lo mismo del dinero que de las botellas de Coca-Cola, símbolo del capitalismo por excelencia, para hacer circular mensajes de resistencia política, que estampaba lo mismo en los billetes que en las etiquetas de las botellas.

"Su arte no es, sin embargo, sólo de protesta contra un determinado estado de cosas, sino que trata de asuntos que trascienden el contexto y la literalidad de la situación y se abre a múltiples interpretaciones, lo que le confiere universalidad", señala Todolí.

Es un arte que "rebasa además el museo como institución", agrega el experto español, quien pone como ejemplo y "metáfora de su trabajo" la instalación "La Bruja", consistente en una escoba cuyos hilos, de cientos de metros de longitud salen del museo e invaden la ciudad.

El director de la Tate cita con entusiasmo otras obras del brasileño de escala muy distinta, como su pequeño "Espejo ciego", de plastilina, o la titulada "Babel", una torre de cinco metros de alto formada por aparatos de radio de distintas épocas cada uno de ellos sintonizado con una emisora distinta.

Meireles "cambia continuamente nuestra percepción de la realidad, nos enseña que nada de lo que se ve es lo que parece y lo que no se ve es incluso más definitorio que lo visible", explica Todolí.

Como buen brasileño, agrega, el artista siente además una especial fascinación por la calle, "lugar de continuos trueques e intercambios", pero también por el fútbol "como metáfora de la vida" y la cultura primigenia de los indígenas.

Si Meireles muestra su admiración por otros artistas como Oiticica, Clarke y sobre todo el padre del arte conceptual, Marcel Duchamp, o el italiano Piero Manzoni, aquél ha influido a su vez en las nuevas generaciones de artistas latinoamericanos.

Así, Todolí recuerda que, cuando se le concedió al brasileño el citado premio Ordway, la colombiana Doris Salcedo, ganadora del mismo galardón, dijo de él que era para su generación "un modelo ético y estético".

Joaquín Rábago

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