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"Las revoluciones son impensables hasta que ocurren"

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“No necesitas al hombre del tiempo para saber en qué dirección sopla el viento”, con este sugerente fraseo, tomado del Subterranean Homesick Blues de Dylan, encabezaban su particular acta fundacional un grupo de estudiantes radicalizados contra la guerra de Vietnam y en pro de los derechos civiles. Se hacían llamar The Weather Underground Organization y, durante seis años, se dedicaron a hostigar al gobierno federal de EEUU a base de explosiones y sabotajes varios. Fueron años de clandestinidad y cárcel, años de de jugar al gato y al ratón con el FBI y que, tras el fin del conflicto en el sudeste asiático, se convirtieron en culto para muchos.

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Pues bien, los adalides de ese grupusculo de ultraizquierda que en su día trajo de cabeza a la inteligencia yanki pasean inofensivos y ufanos por la Gran Vía madrileña ajenos a la reputación que les precede. Son Bill Ayers y Bernardine Dohrn, la versión septuagenaria de aquellos jovenzuelos que miraban indolentes al camarógrafo que les fichaba hace 45 años, los mismos que volaron el aseo de señoras del Pentagono el día de cumpleaños de Ho Chi Min, o aquellos que liberaron al gurú de la psicodelia Timothy Leary a sueldo de una panda de iluminados conocidos como La hermandad del amor eterno. Poca broma.

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Vivieron años de cárcel, clandestinidad y de muchas renuncias. Pero pese a todo y, como explica en Días de fuga (Hoja de Lata), sitiado y encerrado se había sentido más libre que nunca.

Bill Ayers: Es una paradoja, pero es así. Cuando estás coaccionado y aterrorizado al ser perseguido por la policía, te sientes curiosamente muy estimulado porque te estás identificando con algo, nadie te está diciendo quién eres. Te identificas en oposición a la guerra, en oposición al racismo, y ese es un sentimiento muy estimulante. Para mí fue una experiencia muy liberadora porque supe quién era en la cárcel, yo era el que se oponía a eso, y ese es un gran sentimiento.

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Si pudieran volver atrás, ¿lo volverían a hacer?, ¿cambiarían de estrategia?

Bernardine Dohrn: Lo volveríamos a hacer, sin duda. Por supuesto que nos habría gustado ser más hábiles ante determinadas circunstancias, estar más unidos y, cómo no, haber conseguido detener la guerra y transformar el gobierno. Pero pese a los fracasos, militar en movimientos sociales por la justicia social y la paz te hace más humano y capaz de vivir de una forma plena. Sinceramente, no puedo imaginar lo que sería una vida sin compromiso, sin estar politizado.

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Pese al austericidio y a los niveles de paro juvenil que manejamos en la actualidad, no alcanzamos ni de lejos el grado de movilización política que hubo en los sesenta. El cabreo es generalizado, pero no así la agitación.

A: Las revoluciones son impensables hasta que ocurren. Cada movimiento social, cada revolución, consta de momentos álgidos y momentos valle. Vivimos tiempos en los que la lucha no ha alcanzado ese vértice en el que se materializa toda su energía, no cabe duda de que es increíble cuando esto sucede pero no puedes estar esperando que algo así ocurra, tenemos que seguir trabajando sobre el terreno y llegará un día en el que la esperanza y la historia confluyan. Estoy convencido de que veremos un mundo mejor, pero la lucha no puede ser idéntica a la que mantuvimos nosotros, sino que tomará formas irreconocibles. Cuando esto ocurra nosotros intentaremos estar ahí en nuestras sillas de ruedas.

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D: No, ocurrirá antes que eso

¿Qué opinan del hecho que muchos de los adalides del movimiento sesentayochista hayan derivado hacia postulados próximos a la socialdemocracia? ¿Se han sentido en algún momento traicionados por sus compañeros de lucha?

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D: El capitalismo se apropia de cualquier cosa y puede desvirtuar la revolución y la lucha social, convirtiendo en anuncios publicitarios los movimientos por los derechos civiles en EEUU o mercantilizando las bandas subversivas de la década anterior. Por supuesto que hay gente que ha sido cooptada con la promesa de tener una existencia rica y tranquila, pero apenas tenemos experiencias en ese sentido, la mayoría de nuestros compañeros de aquella época siguen en la lucha. Pese a que nunca perteneció a los movimientos sociales, un ejemplo podría ser John Kerry, que regresó como soldado de Vietnam muy comprometido con el antibelicismo y ahora está inmerso en siete conflictos a lo largo y ancho del mundo en nombre de la lucha contra el terrorismo.

¿Qué referentes de lucha social manejan hoy día?

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D: Nos fijamos en Brasil, por ejemplo, en el movimiento de ‘Los sin tierra’, en las experiencias de Venezuela, Uruguay, Ecuador o Bolivia. Son países que han sabido integrar en sus ministerios a gente que tenía una trayectoria de izquierda vinculada a las movilizaciones y a la lucha social.

A: Lo que hemos aprendido de estos países es que se necesita un movimiento social que venga de abajo y un compromiso con el gobierno. Esas son las claves para nosotros. Creemos fundamental contar con el aliento y la energía de las movilizaciones, pero también con un gobierno que se comprometa a aprobar una legislación que responda a los requerimientos de los más desfavorecidos.

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Presentan también Enseñar, un viaje en cómic (Morata),  un libro de historietas con una propuesta educativa imaginativa y libre. Ambos han trabajado por una reforma educativa en su país. ¿En qué consiste su modelo?

¿Hasta qué punto la austeridad ha afectado a los servicios sociales en EEUU?

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¿Qué papel juega la memoria histórica en futuras movilizaciones?

D: Hemos estado en España diez días y tengo la impresión de que en ciertos aspectos la Guerra Civil sigue estando presente, la sociedad sigue estando dividida. Algo similar sucede en EEUU con la esclavitud, no podemos tratar este hecho como algo del pasado que ya está olvidado, tenemos que reobjetivar estos temas y ver cómo se reflejan hoy día como intelectuales, periodistas o activistas.

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Como activistas por la paz, ¿merecía Obama el Nobel?

A: Si recordamos el contexto en el que se le otorgó a Obama el galardón, no hay duda de que la intención era condicionarle, no era un reconocimiento por algo que hubiera conseguido, sino por lo que ellos esperaban que fueran a conseguir. El problema es que, quiera o no, Obama se sienta en el trono de un imperio comandado por violentas legiones.

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D: Creo que Obama refleja, pese a todo, el profundo deseo de paz que hay en EEUU. Soy consciente de que esto puede sonar algo contradictorio porque es quizá el país que más guerras y armas produce en el mundo, pero al mismo tiempo tengo la creencia de que existe un gran anhelo de paz en nuestro país, y esto se demuestra por ejemplo en el crecimiento de la presión social. La presión social cuando Obama decidió intervenir en Siria ha sido muy fuerte.

A: Este anhelo de paz es amplio pero no es profundo, nuestro trabajo consiste en tratar que arraigue fuere este deseo de paz.

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