Este artículo se publicó hace 16 años.
El riesgo de los jueves festivaleros
El jueves, en un festival, suele ser un día para abrir boca a lo que venga luego
En el universo festivalero el jueves es un eterno día de calentamiento, donde se suele programar un nombre mediano y otros cuantos discretillos. Se enfoca como una especie de tapa que sirve para abrir boca ante el fastuoso menú musical que nos espera el fin de semana. En 2008, el Sónar naufragó en una noche inaugural flojísima y Benicàssim tampoco se ha lucido. Vale que hay delicatessen como Single, uno de los directos más divertidos, eclécticos y mágicos del pop actual. Pero parece demasiado riesgo que las estrellas del día sean Sigur Rós, una banda presuntamente hipersensible que hipnotiza a media parroquia indie y espanta a la otra mitad. No se esperan milagros ni sorpresas de última hora.
A las dos de la tarde del jueves el cielo estaba encapotado, pero poco a poco fue apreciendo el sol. Según la prensa local sólo hay 20% de posibilidades de lluvia este fin de semana. Los diarios de Castellón destacan este año que, por primer vez, los fibers extranjeros (60%) superarán a los españoles (se confirma en el paseo marítimo que el inglés es la primera lengua del FIB). Los papeles también informan de que se han despachado 33.000 abonos, 2.000 menos que el año pasado, todo un mérito para este verano de crisis en el que la competencia es más feroz.
El viernes está prevista la asistencia de Vicente Rambla, vicepresidente de la Generalitat Valenciana. El domingo se espera al presidente, Francisco Camps. Desde su tribuna de opinión , el diario Mediterráneo pide que además de aparecer por allí activen dos proyectos pendientes: la Ciudad de la Música y la Ciudad del Ocio.
Ajena a la política cultural, la población sigue viviendo el FIB de las maneras más diversas. Los menos pudientes, como cada año, subirán al monte para disfrutar gratis del sonido del escenario grande. Los más cool ya se han montado un after exclusivo en un barco anclado cerca de la Playa del Torreón. Los extras de la embarcación incluyen barra de cócteles, cabina para que pinchen músicos del festival y un cocinero con una estrella en la Guía Michelín.
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