Este artículo se publicó hace 15 años.
Rodaje bajo las bombas
'La sal de este mar, que se estrena en España el próximo viernes, ilustra lo difícil que es hacer un filme en Palestina e Israel
Una cámara de cine en un campo de fresas es anecdótico. Excepto cuando la escena transcurre en Gaza. Ayelet Heler no olvidará nunca aquella tarde de primavera de 2006, cuando, en pleno rodaje, empezaron a llover bombas. En su película Campos de fresas se la ve a ella: deja la cámara, se cabrea, coge el teléfono y llama a las autoridades militares israelíes, les grita "¡Parad! ¡Parad! Hay una ciudadana israelí y lo sabéis". En vano. Siguieron los bombardeos.
Como en cualquier parte del mundo, para rodar una película en Israel y en los territorios ocupados, se necesitan permisos. "Intentamos hacer las cosas a través de los conductos oficiales... pero fue imposible", explica la directora palestina Annemarie Jacir, que estrena el próximo viernes 'La sal de este mar'. La película narra la historia de una palestina de Nueva York que regresa a Ramala y de un palestino que sueña con dejar para siempre su tierra natal. Juntos, engañan a las autoridades para viajar por los territorios ocupados e Israel.
Las barreras a las que se enfrentan los dos protagonistas, también las conoció el equipo técnico de la película. Cisjordania es un gruyer donde viven más de 250.000 colonos judíos. La lista de prohibiciones para los palestinos es infinita; se necesita un permiso hasta para ir al hospital. Sólo en Cisjordiania, hay unos 500 puestos de control militares israelíes, según la ONU.
Torres de observación, carreteras bloqueadas y puertas que impiden la libre circulación de personas, alimentos, agua... impiden a los protagonistas de La sal de este mar seguir su viaje con normalidad. Difícil de imaginar en un territorio poco más grande que la provincia de Alicante. Uno de los actores es israelí y "no le permitían entrar en Ramala. Y para rodar en Israel, tampoco iba a ser fácil: parte del equipo técnico era de Cisjordania y no estaban autorizados a salir de Ramala", aclara Jacir. Hubo que hacer trampa: rodar a escondidas, de manera ilegal.
La cosa parece más sencilla para los israelíes. Eran Riklis, director de La novia siria y de Los limoneros, dos filmes que denuncian con irrisión la situación en los territorios ocupados, explica: "Lo único que necesitamos es dinero, y no existe ningún otro tipo de restricciones". La historia de La novia siria transcurre en los Altos del Golán, tierra siria ocupada por Israel, así que "no hubo problemas para rodar allí", según Riklis, aunque tuvo que reconstruir artificialmente la parte siria de la frontera... en Israel.
Boicot de EgiptoSu compatriota Eran Kolirin, director de La banda nos visita, tuvo que adaptarse a la realidad de las tensas relaciones entre el Estado hebreo y los vecinos árabes. Todos los actores -egipcios en el filme- son judíos nacidos en un país árabe e instalados en Israel. "Era imposible trabajar con egipcios por el boicot de Egipto a productos israelíes", dice Kolirin.
En el terreno, la que sí tuvo problemas fue Ayelet Heler. Para alcanzar los campos de fresas de Gaza, Heler viajó varias veces a la semana desde Sderot, la ciudad israelí del otro lado de la frontera. "Era difícil cruzar. Dejaba el coche, andaba un kilómetro a pie hasta el control", recuerda. Los militares se aseguraban de que tenía un contacto local antes de dejarla pasar: "Podía durar horas". ¿Algún permiso especial? Heler iba sola y con el carné de prensa. Nada más.
"Hay que buscarse la vida", dice una palestina que rodó en toque de quedaLos años han pasado desde que Hani Jawhirriya, padre del cine palestino, declarase en 1968 que los filmes "debían ponerse al servicio de la revolución palestina". En los últimos años, son muchos los palestinos que cogen la cámara para retratar su cotidiano y cuestionar su propia identidad. Pero a diferencia de los israelíes, tienen dificultad para encontrar productores y distribuidores.
Subhi Zubeydi, director de Alí y sus amigos, dice contar con la ayuda de "algunos amigos", rueda en "un formato barato" y vende sus filmes a televisiones por satélite. Así nació un cine hecho y producido en Cisjordania. "Los israelíes no dan nunca permisos", recuerda Mai Masri, para quien la única solución es "buscarse la vida". Ella consiguió rodar en Nablus, en pleno toque de queda. En cuanto a Annemarie Jacir, ella salvó su película gracias al respaldo de la Embajada francesa, que llevó las grabaciones en maletasdiplomáticas.
Heler aguantó y decidió convertirse en protagonista de su documental. "Era importante mostrar lo que viven los palestinos y que un israelí no podía detenerlo", insiste la directora. A veces no se puede hacer trampa. El palestino Elia Suleiman rodó parte de Intervención divina en la costa de Marsella.
El crítico francés Serge Daney, conocedor del cine oriental, sentenció en 1991: "No hay imagen compleja de la realidad palestina". Sin embargo, desde entonces, las dificultades no han impedido tanto a palestinos como a israelíes rodar la realidad que los rodea. No importan los obstáculos.
Algunos cineastas están obligados a trabajar en el extranjeroEn un verdadero acto de fe cinematográfica, el palestino Michel Khleifi y el israelí Eyal Sivan codirigieron Ruta 181, una película que sigue la frontera diseñada -nunca efectiva- en 1947 por la resolución 181 de Naciones Unidas. En la pantalla, sus nombres aparecen juntos. En el terreno, durante el rodaje, pertenecían a dos mundos diferentes.
El israelí Eran Riklis asegura que no tuvo problemas con sus películas, porque "Israel es una democracia", aunque para Khleifi es "una etnocracia". A esto su compañero Sivan añade; "es parte de la tribu. Puede decir lo que quiere. Yo, no". "Cuando nos acercábamos a un control, la actitud de Eyal era muy distinta a la mía. Si conducía yo, me detenía unos 20 metros antes, y él me preguntaba por qué lo hacía. Me decía ‘Venga, adelante'. Con un shalom, pasábamos sin problemas. Su actitud es la de un conquistador, la mía de un ocupado", concluye el cineasta palestino.
Cuatro miradas sobre Palestina‘El cumpleaños de Laila’ (R. Masharawi, 2008)
El padre de Laila era juez, hasta que el Gobierno no dispuso de medios para pagarle, y ahora trabaja como taxista. Su hija cumple 7 años y su mujer le ha pedido que compre un regalo y un pastel. Abu Laila quiere cumplir su misión, pero Palestina tiene otros planes...
‘La novia siria’ (Eran Riklis, 2004)
Mona debe ir a Siria para contraer el matrimonio que sus padres planearon con su primo. Sin embargo, sabe que una vez allí nunca podrá volver a ver a su familia que reside en los Altos del Golán, ocupados por Israel. Riklis también es el director de ‘Los limoneros’.
‘Intervención divina’ (Elia Suleiman, 2001)
Es la historia de amor entre un palestino que vive en Jerusalén y una palestina de Ramala. Debido a la situación política, los encuentros íntimos entre los amantes tienen lugar en un solar abandonado, justo al lado del puesto de control.
‘Free zone’ (Amos Gitai, 2005)
Tras una fuerte discusión con su futura suegra y su novio, Rebecca (Nathalie Portman) se mete en el coche de la israelí Hanna. Juntas, deciden ir hasta Jordania, donde conocerán a la palestina Laila.
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