Este artículo se publicó hace 12 años.
Cuando los "Rolling Stones" iban a protagonizar "La naranja mecánica"
Cuarenta años después del estreno de "La naranja mecánica", pocos recuerdan que Stanley Kubrick pudo firmar una de sus cintas más impactantes gracias a que los Rolling Stones se apearon del proyecto por un problema de agenda y acabaron revendiendo los derechos de la novela para el cine.
¿Cómo habría sido "La naranja mecánica" con Mick Jagger como Alex DeLarge y el resto de la banda -Bill Wyman, Charlie Watts, Keith Richards y Brian Jones- en el papel los inquietantes "drugos" que bebían leche en el bar "Milk More"?
El director previsto era John Schlesinger, autor de películas como "Cowboy de medianoche" o "Marathon Man", y el proyecto pretendía dar un empujón a la carrera cinematográfica de Jagger, que estaba a punto de estrenar dos cintas llamadas al fracaso: "Ned Kelly" y "Performance".
Aunque físicamente, el cantante de "Brown Sugar" podría haber funcionado como el psicótico y ultraviolento protagonista, se puede casi afirmar que la Historia del Cine agradeció que las agendas no cuadraran, pues parece improbable que el tándem Stones-Schlesinger pudiera superar el resultado del que hoy es un clásico del cine y entonces una bomba de relojería.
Y, de hecho, el realizador declinó la oferta por tratarse de un filme demasiado polémico en su reflexión sobre la violencia. "No es la clase de temas que particularmente me gusta abordar", aseguró entonces.
"La naranja mecánica", el libro, era una de las cinco novelas que Anthony Burgess había escrito deprisa y corriendo en 1961 para poder pagar la operación de su mujer, a la que habían diagnosticado un tumor cerebral. Según el propio autor, un libro prácticamente de encargo.
Se había inspirado en la violación que ella sufrió en 1944 mientras Burgess estaba sirviendo al ejército británico en Gibraltar. Y vendió los derechos para el cine con urgencia a un productor teatral del off Broadway llamado Si Litvinoff por la nimia cantidad de 500 dólares.
En mayo de 2008, una carta de Litvinoff a Schlesinger descubrió este curioso y poco conocido proyecto que, además, pensaba contar no con la música de Beethoven que utilizó sabiamente Kubrick, sino con una banda sonora de los Beatles.
"En cuanto leas el guión y la novela estoy convencido de que verás el increíble potencial que todos vemos en este proyecto", le escribía Litvinoff a Schelsinger. "Esta película debería romper los moldes con su lenguaje, su estilo cinematográfico y su música", proseguía el productor.
Para los fans de los Stones, hay que aclarar que el "Singin' in the Rain" para las escenas de violencia fue idea del actor finalmente protagonista, Malcolm McDowell, por lo que nunca se llegó a pensar poner ese estándar en la boca más famosa del rock.
En la biografía de Stanley Kubrick escrita por John Baxter, recordaban cómo Jagger había manifestado su entusiasmo por el libro de Burgess, pero no era el único músico que había caído en el embrujo de "La naranja mecánica".
Elvis Costello se convirtió en coleccionista de copias de la primera edición del libro, mientras que Paul Cook, batería de los Sex Pistols había dicho: "Odio leer. Solo he leído dos libros. Uno era acerca de los hermanos Krey. Y el otro 'La naranja mecánica'".
Al propio autor de la novela se le llegó a encargar un guión, que pudo ser hojeado por el crítico Adrian Turner, quien según John Baxter fue demoledor en su opinión: "Tenía unas trescientas páginas y era ilegible. Burgess se había limitado a transcribir el libro palabra por palabra", dijo.
Litvinoff retuvo durante unos meses los derechos de la novela, pero los Stones, que por entonces se acababan de autoproclamar "la banda de rock más grande del mundo", decidieron abandonar el proyecto.
Fue entonces cuando el libro volvió a caer en manos de Stanley Kubrick, quien ya lo había leído con cierto desinterés años antes, pero que tras ver naufragar su ambicioso proyecto de rodar la vida de Napoleón Bonaparte, desenterró la posibilidad de dirigir "La naranja mecánica". El resto, como quien dice, ya es Historia.
Por Mateo Sancho Cardiel.
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