Este artículo se publicó hace 13 años.
Sarah Polley lleva su almíbar "indie" a San Sebastián en "Take this Waltz"
La actriz y realizadora canadiense Sarah Polley, musa de Isabel Coixet, combina los tópicos formales más reconocibles del cine independiente con su antítesis esencial, el sentimentalismo, en la película "Take this Waltz", única película proyectada hoy a concurso por la Concha de Oro de San Sebastián.
En una jornada dominada por la presencia de Glenn Close, que recibirá hoy el premio Donostia, solo esta diatriba romántica llena de guitarras acústicas, vestidos de diseño y casas con cocinas "vintage" se atrevió a concursar en la Sección Oficial.
Protagonizada por Michelle Williams, Seth Rogen y Aaron Abrams, la segunda película de Polley tras la laureada "Lejos de ella" toma su título de una canción de Leonard Cohen para hablar de "cómo se siente cuando uno está entre dos cosas, esa sensación de que algo falta y qué hacer para mejorar mi vida", explica Polley a Efe.
Así, si Julie Christie leía la vida otra vez por culpa del Alzheimer en "Lejos de ella", es ahora el personaje de Margot, con sus uñas pintadas de azul y su pánico a las conexiones aeroportuarias, la que intenta reescribir su destino acuciada por una enfermedad endémica del mundo occidental: la insatisfacción.
"Tendemos a buscar cómo arreglar nuestras carencias en lugar de explorar el sentimiento en sí hacia dentro, y recurrimos al amor para arreglarlo. Cuando se acaba pensamos que era la relación la que era insatisfactoria y no nosotros", explica Polley.
Margot vive, en consecuencia, paralizada ante la indecisión entre la estabilidad que le da su marido y la ilusión que le aporta un amante que, para más "inri", vive en la casa de enfrente en un barrio de Toronto lleno de edificios de colores y en el que suena música de la también canadiense Feist a todas horas.
"Rara vez he visto relaciones que combinen lo apasionado con lo familiar. Lo familiar suele matar lo apasionado y viceversa. Lo conocido es incompatible con el misterio. Veo gente que lleva décadas juntos y sus relaciones se enriquecen más y más, pero siempre hacen un trabajo de actualización, de renegociación de sus afectos", explica la canadiense.
Ya como actriz, Polley había explorado en "Mi vida sin mí" las diferentes gamas de amor y su posible conciliación, y quizá por eso reconoce que para realizar "Take this Waltz" tuvo más presente que nunca a su amiga Isabel Coixet, con la quien también trabajó en "La vida secreta de las palabras".
Sin embargo, rechaza la etiqueta de cine con denominación de origen Sundance. "No estaba pensando hacer una película independiente como oposición a lo comercial. Pero sí quería sus colores, su vibración, porque encaja con el sentimiento de enamorarse y entrar en el mundo del deseo como por primera vez", asegura.
Polley ha buscado, en realidad, un retrato del mundo que tiene más a mano. "Respondo a las películas que tienen un sentido de lugar muy acentuado. Cuando veo a Almodóvar me transmite un sentimiento muy específico sobre España, y con Ken Loach me sucede lo mismo respecto a Inglaterra y Escocia. Creo que cuanto más local eres, más sientes que las películas son universales", asegura.
Y "Take this Waltz", pese a sus carencias, brilla momentáneamente gracias a una interpretación dúctil de Michelle Williams (nominada al Óscar por "Brokeback Mountain" y "Blue Valentine") que lucha con un guión que busca desesperadamente crear momentos especiales pero que se centra en lo anecdótico para dejar escapar la verdadera intensidad.
"La intensidad creo que puede ser una bendición y una maldición. Puede realzar tu vida o arruinarla", explica Polley, experta en este sentimiento en su carrera frente a las cámaras. "Como actriz es divertido de interpretar. Es bueno marcarse un objetivo profundo y difícil", explica una mujer que, en cambio, confiesa estar ahora centrada en el guión y la dirección.
"Take this Waltz" es la tercera película a concurso de la Sección Oficial de San Sebastián, que mañana tendrá una de sus jornadas más esperadas con "The Deep Blue See", del británico Terence Davies, y "Los pasos dobles", del español Isaki Lacuesta.
Por Mateo Sancho Cardiel
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