Este artículo se publicó hace 12 años.
Seis millones sin "censura estatal"
La Real Academia de la Historia vuelve por sus fueros, a pesar de las dimisiones que deja por el camino, al poner a la venta su Diccionario Biográfico Español, sin corregir una coma. La lectura de sus personajes más señalados, como Francisco Franco, muestra un "sostenella y no enmendalla" clásico de nuestra derecha más recalcitrante. Más de 36 años después de la muerte del general, se vuelven a recoger los frutos de su dominio omnímodo sobre todos los sectores, incluido el de la cultura y sus instituciones. El calificativo edulcorado que el propio régimen se colgó desde los años sesenta, resurge con el término de "auto-ritario" frente a "totalitario". La propaganda denigratoria hacia la República y sus líderes por parte de los conspiradores y militares rebeldes, recae sobre los políticos más señalados, del amplio espectro republicano que participó de la primera democracia española del siglo XX. De Manuel Azaña se recuerda lo que interesa a su afán denigratorio. Del Dr. Juan Negrín se afirma que desarrolló un "gobierno prácticamente dictatorial". El mandato de revisión del Congreso de los Diputados, nacido el escándalo público que desató su conocimiento en la primavera del 2011, ha resbalado sobre el afán de que caiga el olvido.
Cuando aún están en marcha denuncias contra la institución por parte de centenares de ciudadanos, como la que encabezó en Granada el catedrático Emilio García Wiedemann, el nuevo ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, califica de "censura estatal" cualquier intervención en el tema desde su Ministerio, que lleva gastados seis millones de euros en la obra. Una vez más, como se decía en una reciente viñeta del humorista Forges, "España es una unidad de estupefacción en lo universal".
* Profesor de Historia de la Universidad Complutense
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