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Una senda tallada en la roca

El desfiladero de las Xanas es considerado como el hermano pequeño de la Garganta del Cares. Es una fácil ruta, menos masificada y mucho más corta, pero que puede igualarse en belleza y espectacularidad.

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Inquietas y juguetonas, las xanas son bellas y fatales hadas de larguísimos cabellos dorados que en las noches de luna llena alisan con peines de coral. Según la mitología astur, tienen su casa en el fondo de los arroyos y las fuentes, y se aparecen a los caminantes reflejadas en las aguas cuando éstos acuden a apagar su sed. Y más de uno ha perdido por ellas su cabeza, enamorado sin remedio de unos seres tan huidizos, hermosos e intangibles.

Por algo será que el arroyo y el desfiladero de Las Xanas lleva este nombre. Un aura de encantamiento envuelve aún este paseo por una naturaleza casi virgen. El camino no es difícil, pero sí con tramos arriscados que se asoman a algunos precipicios. No conviene distraerse porque puede uno terminar, barranco abajo, visitando sin querer la casa de alguna de ellas.

Por lo demás, la caminata resulta del todo recomendable. Avanza por un paisaje típicamente montañés en el que no faltan túneles, espectaculares farallones rocosos, robledales, cascadas, verdes pastizales y algún que otro hórreo.

Este mini Cares ofrece al caminante una variedad de ecosistemas más rico y también más apto para todas las edades; sin importar demasiado la condición física del excursionista. Entre dos y tres horas nos bastarán para atravesar esta garganta natural.

Lentamente cruzamos el desfiladero, atravesando las zonas más abruptas de un sendero que en algunos puntos está a más de 80 metros sobre el río Viescas o de las Xanas. En el trayecto, dominado por un perfil rocoso y encañonado, pasamos por túneles y puentes, reponiendo fuerzas en manantiales naturales. La segunda parte de la caminata descubre otros paisajes. Ahora nos adentramos en un bosque de gran frondosidad.

También se encontrará el caminante con las ruinas de un antiguo molino, más o menos en el lugar donde hay que girar a la derecha para ascender ya hasta la iglesia de Pedroveya y su tejo centenario.

La senda tallada en la roca fue construida en los años cincuenta con la intención de comunicar pueblos pertenecientes a tres municipios: Santo Adriano, Quirós y Proaza. Pero las obras no llegaron nunca a finalizarse, quedando hasta la fecha como un camino que han recuperado los senderistas.

El desfiladero es una angostura de dos kilómetros de longitud, con desplomes verticales espectaculares, resultado de la paciente excavación de la montaña por el río Viescas en su descenso para confluir con el Trubia.

Hay tramos del río que resultan muy apropiados para practicar el barranquismo. Tras una hora de camino desde el inicio de la senda, podemos desviarnos y descender al arroyo, colocarnos los trajes de neopreno y comenzar una aventura distinta: tres o cuatro horas a base de rapeles, toboganes y unos saltos de agua de impresión.









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