Lo había advertido hace unos días el director del Festival de Sitges, Ángel Sala. "A Serbian Film" es una película extrema que él no pensaba visionar de nuevo en una sala de cine. Hoy no ha defraudado y, pese a que parece imposible, incluso ha levantado algunos aplausos del público.
La sala, que estos últimos días se había vaciado con respecto al fin de semana, ha vuelto a tener un alto índice de ocupación, con un respetable expectante ante el menú de violencia y sexo extremos que se anunciaba en el programa, que también la calificaba como la cinta más brutal de la temporada e inventora del "newborn porn" (porno recién nacido). Ya se verá por qué.
Lo de menos es que el protagonista sea Milos (Srdrajan Todorovic), una antigua estrella del porno que no se encuentra, precisamente, en su mejor momento vital, sin grandes trabajos y añorando sus tiempos brillantes en variadas camas, aunque sigue conservando un potente y envidiado falo.
Un día parece que su suerte va a cambiar cuando un misterioso director de cine, de nombre Vukmir, le ofrece rodar una película de "arte desnudo", centrada en "la verdad", a cambio de muchísimo dinero.
Aunque la degustación de sangre y pornografía se dejan para la parte final del metraje, la película empieza con unas secuencias que prometen: el hijo de Milos, de unos ocho años, visiona en el sofá de su casa las peripecias profesionales de su padre lo que, según le comentará posteriormente, le han provocado una especie de movimientos en sus partes bajas.
A partir de ahí, el espectador asiste a los preparativos de la filmación en la que se verá envuelto el actor porno y empieza a oler que ya nada será igual para Milos y su familia, una vez se ponga bajo las órdenes de Vukmir, que en sus apariciones aprovecha para filosofar sobre la vida y lanzar verdades como que "las víctimas venden".
Durante los 104 minutos que dura la cinta, su director, el serbio Srdjan Spasojevic, parece que no quiera dejar nada en el tintero, sin guardar ninguna gota de violencia y sexo explícitos.
Uno de los momentos más impactantes se produce, precisamente, cuando un recién nacido, todavía con la sangre en su cuerpo y con su madre postrada, es penetrado por un adulto.
Pero hay más instantes de "terror", como cuando una mujer torturada y atada, a la que le han quitado los dientes, debe llevar a cabo una felación o cuando el padre, sin saberlo, acaba fornicando con su pequeño, al que le sale espuma por la boca.
El final, también de traca. Sólo quedan los más malos, con deberes por hacer, aunque esta vez, sí, el espectador sólo los podrá imaginar.
A la salida de la sala, algunas caras de alivio al poder volver a ser acariciadas por la luz del día, otros que se lamentaban de lo "muy pasada de vueltas" que les parecía la película, aunque también los había que comentaban haber pasado un buen rato. Contra gustos no hay disputas.
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