Este artículo se publicó hace 15 años.
El síndrome de la crisis mundial dio en el corazón de FITUR
La XXIX edición de la Feria Internacional de Turismo de Madrid (FITUR) cierra hoy sus puertas dejando un sabor agridulce, al comprobar organizadores, visitantes y expositores que la crisis mundial afectó el desarrollo del evento y mostró la preocupación que existe de que 2009 no resuelva nada.
Durante cinco días, tres dedicados a los profesionales y dos al público en general, se han podido constatar los esfuerzos que desde todas las ópticas del sector se han llevado a cabo, y que en muchos casos han resultado estériles.
La edición de este año nació ya marcada por la crisis, que hizo que incluso algunos de sus tradicionales asistentes no acudiesen al evento, caso importante y desde luego significativo, de la compañía española aérea Iberia, miembro del comité organizador, y de empresas tan señaladas como Globalia o Barceló.
La organización ya anunció antes de la apertura que para esta edición había un 13 por ciento menos de superficie de exposición.
De los 100.000 metros cuadrados de la edición anterior se han pasado a los 87.520 de ésta, y un 9 por ciento menos de empresas (11.137).
Y esas ausencias se han notado no sólo con el mayor tamaño de los pasillos o la ausencia de aglomeración de personas en los pasos entre pabellones, sino también en los espacios existentes en las zonas de exposición, que "sabiamente" se han camuflado con algunas plantas colocadas estratégicamente.
No obstante, las regiones españolas han echado el resto y en los pabellones dedicados a ellas se han respetado los espacios, incluso aumentado la presencia de alguna de ellas.
Algunos países iberoamericanos también han apostado fuerte en FITUR como reclamo de la importancia que para ellos tiene el turismo como fuente de ingresos, así como los mercados emergentes de Asia y África que ven en este sector su futuro económico.
Varios de los países de América Latina que presentaron en FITUR sus mejores ofertas turísticas coincidieron en afirmar que, pese a la crisis económica, todavía no han notado sus efectos, creen que están mejor preparados para afrontarla y que resistirán.
Peor ha sido la representación de las empresas que han reducido no sólo su presencia, sino también el tamaño de sus stands, con la queja generalizada del alto coste que mantiene la feria, una media, según algunos de sus representantes consultados por Efe, por encima de los 30.000 euros (unos 38.000 dólares) por el espacio.
Sobre ello se mostraron muy duros dos de los más importantes empresarios hoteleros españoles, Sebatián Escarré y Antonio Catalán, que han pedido una tasas menos altas.
Catalán fue incluso más lejos al catalogar la edición de este año de "vergüenza total" por el abuso de los precios y anunció que, de seguir así, "nos pensaremos muy mucho si acudir o no a la próxima edición".
Especialistas del sector consultados por Efe señalaron que quizás la feria se debería replantear no su continuidad, que "está bien que continúe", sino el tamaño, ya que las convocatorias de Berlín y Londres con las que compite Madrid, "caben en dos pabellones", y no es preciso que se mantengan los doce o catorce actuales.
La XXIX edición cierra con una cierta sensación agridulce. La crisis sigue amenazando al turismo en el horizonte de 2009 y, por lo tanto, también complicando la próxima edición.
J.Felipe Alonso
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