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"Ésta es una situación insólita e inédita"

La central de Garoña asegura que luchará "por lo legal" para salvar los empleos.

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Nuclenor, la empresa que gestiona la central de Garoña, interpretó este jueves como un "acto arbitrario y carente de justificación legal" la prórroga a cuatro años de su actividad, en lugar de los diez que sugirió por unanimidad el CSN. Tras conocer la noticia, el director de la central, José Ramón Torralbo, compareció ante los medios para manifestar su descontento y adelantar que la compañía llevará a cabo "cuantas acciones legales puedan corresponder para la defensa de los derechos e intereses legítimos de todas las partes afectadas".

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Torralbo calificó la situación de "insólita e inédita", porque la central cuenta con un "informe favorable a la continuidad emitido por el organismo estatal competente en materia de seguridad nuclear". Recordó, además, que actualmente hay 16 centrales en el mundo inauguradas antes que la de Santa María de Garoña y siete de ellas han recibido autorización para operar hasta 60 años. Y añadió que Garoña está en condiciones de mantener su actividad por tratarse de una central "modernizada y actualizada con fuertes inversiones anuales" y que goza de "un entorno vecinal, institucional y social favorable a la continuidad de la industria".

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Sin embargo, las poblaciones de alrededor de la central no parecen responder a ese sentir. En la propia Santa María de Garoña, un ciudadano, Juan Quintana, cree que el cierre "ni beneficia ni perjudica" a la zona, aunque reconoce que "estaba claro que algún día tendrían que cerrarla".

A 40 kilómetros de la central, Margarita Almeida se define a sí misma como "antinuclear" y mientras cuida de su huerta, se manifiesta "totalmente en contra de todo lo que haga daño a la naturaleza". No obstante, asegura que entiende a los trabajadores que protestan por el cierre, "porque a ellos sí que les afecta". En cambio, los vecinos de Trespaderne se quejan de la falta de información, por lo que prefieren no posicionarse.

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Cuanto más alejados de la central, los ciudadanos se muestran más descreídos. En Villasana de Mena, Andoni Sebastián no confía en la palabra del Ejecutivo y asegura que no cree que la central se cierre "así como así". Este vecino, natural de Bilbao, espera algún tipo de "amenaza" por parte del Gobierno como respuesta a este cierre, como "otra central nueva".

Por su parte, María Ángeles Basterretxea afirma rotunda: "Antes la tenían que haber cerrado. Hasta ahora no han cumplido su palabra", dice refiriéndose al Gobierno. Culpa, además, a la proximidad con la nuclear de la muerte de los frutales. "En cuanto vemos una lluvia rara, ya sabemos que viene de allí", dice.

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El panorama cambia en Miranda de Ebro, donde residen la mayoría de los trabajadores de la central. Allí, carteles con las palabras "Garoña es segura, ¡¡continuidad!!" decoran las paredes de las viviendas, el mismo lema que da la bienvenida a los obreros a la entrada de la central. Un vecino, Miguel Fernández, explica que el próximo fin de esta industria es un "drama" para las familias del pueblo.

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