Este artículo se publicó hace 16 años.
Sobredosis de amor para salvar al mundo
La ensayista marroquí Fátima Mernissi atribuye las guerras al consumismo y subraya la necesidad de aprender a amarnos

Al igual que muchos se ríen con el tópico del español que se pasa la vida en los toros y comiendo jamón con algún baile flamenco en sus ratos libres Fátima Mernissi (Fez, 1940) estalla en carcajadas cuando se le pregunta si la mujer árabe está sometida al varón. Fuera creencias generalizadas. Mahoma era feminista y, aunque en los países en los que se habla árabe las mujeres luchan contra la discriminación, no lo hacen más que en Occidente contando, además, con una ventaja: allí no hay pornografía, lo que ella llama el harem occidental.
Pero Mernissi, que en 2003 recibió el Príncipe de Asturias de las Letras, no ha venido a España esta vez a hablar de los derechos de la mujer, ni siquiera de los puentes entre las dos culturas. Esta mujer vital está en Santander para hablar de un concepto universal, el amor, lo que empezó a hacer ayer en el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) ¿Por qué nos fascina la palabra amor? Las emociones como reflejo de los sueños infantiles.
En el ámbito de las letras se valora sobre todo a Mernissi por sus ensayos, entre los que destacan El poder olvidado: las mujeres ante un Islam en cambio (Icaria, 1995) o el reciente El amor en el Islam (Aguilar, 2008). Sin embargo, logró un gran éxito con una de sus pocas obras de ficción: Sueños en el Umbral: memorias de una niña en el Harem (El Aleph, 2002). Quizás sea esta circunstancia la que hace que no dude en decir que un best seller sólo puede ser ficción. En vez de hablar de la necesidad de un lenguaje simple para complacer a millones de lectores, la socióloga y escritora marroquí habla de "utilizar la voz de un niño, algo que todo el mundo puede entender".
¿Y hay alguna temática que garantice el éxito de una novela? "Hablar de cómo aprender a amar, eso es comunicación y es imprescindible". Ahí la escritora vuelve al concepto de amor, un sentimiento que, por muy universal que sea, nadie ha conseguido definir con consenso. Para ella, el amor no es otra cosa que la herramienta para acabar con la guerra, algo causado en la actualidad por un único mal globalizado: el consumismo, definido sobre todo como impulso lejos de la racionalidad.
Leyendas árabes
Por eso, Mernissi cree que el amor hay que aprenderlo y que, sobre todo, es vital diferenciarlo del deseo. "Aprender cómo amar implica la existencia de otra persona y el deseo no es más que amarte a ti mismo", explica y, haciendo gala de la modestia que le lleva a renegar de las fotos individuales, subraya que el concepto no es suyo.
Como paradigma, la ensayista cuenta la historia del iman Ibn Qayyim al-Jawziyya que, encarcelado en Bagdag en 1292, cuando la ciudad había sido invadida por los mongoles, escribió El jardín del amor, con una receta magistral para acabar con las hostilidades: sobredosis de amor en todas sus acepciones. Y no son pocas, en ese pequeño tesoro de la literatura árabe clásica el autor citó cincuenta, que Mernissi ha recuperado para su último libro. "Mientras que en árabe tenemos 50 palabras para hablar del concepto de amor, en las lenguas occidentales no hay más de diez, aunque desconozco la razón", explica.
Decía el imán que había que aprender a amar para acabar con la guerra, pero la escritora marroquí cree que la idea perduró y fue rescatada por el psicoanalista judío Erich Fromm que en 1959 volvió locos a los biempensantes de la época con El arte de amar. En esta revisión del concepto se introdujo algo de lo que Ibn Qayyim al-Jawziyya no había oído hablar en el siglo XIII: el capitalismo. "Es lo que te hace querer consumir y es lo que trae la guerra", apunta Mernissi.
Medio siglo después, esta idea vuelve a tomar fuerza, como cuenta la escritora en su libro. "Los musulmanes están hartos de la guerra, de la violencia, por eso triunfa esta idea. Y no sólo pasa en esa parte del mundo, es en general. Los jóvenes no quieren más guerra, por eso ha ganado Obama las elecciones".
Esta tendencia la ha confirmado la autora este verano, paseando por una playa marroquí. "Yo iba con mi pequeño ejemplar del Jardín del amor y, de repente, en la zona donde se ponen los jovenes vi una edición electrónica del libro ¿te lo puedes creer? Se puede escuchar hasta con el iPod", exclama sacando el ejemplar de la obra, editada por una editorial libanesa. "Los muchachos lo escuchaban en alto porque están hartos de ver sangre todos los días, saben que tienen que pararlo y se preguntan cómo y, por fin, han hallado una respuesta: evitando el consumismo".
Musulmanes antiviolencia, Mahoma feminista... A la escritora le gusta desmontar los tópicos que sobre Oriente tiene parte de Occidente y, por eso, vuelve a reír cuando se le pregunta por la censura de uno de sus libros por parte del Gobierno marroquí. "No lo llegaron a prohibir, sólo amenazaron con hacerlo y nunca tuve más publicidad. Estoy esperando que se les vuelva a ocurrir", bromea.
Gran entusiasta de las nuevas tecnologías, cree que no hay lugar para la censura en un pueblo en el que más de veinte países comparten idioma. "Si un libro mío no es accesible en un país, está en Internet o pirateado en países como Siria o Líbano". Acaba la charla pidiendo un nuevo Nobel de Literatura en árabe, ya que desde Naguib Mahfuz en 1988 no ha habido ninguno. Y tiene candidato: Abed Jaberi.
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