Este artículo se publicó hace 15 años.
El suspense de Egoyan suspende
Una película sobre el deseo puede ser la mejor forma de abrir un festival… si a uno no le sale un folletín
Una película sobre el deseo puede ser la mejor forma de abrir un festival... si a uno no le sale un folletín. ¿Estamos en la sala 1 del Kursaal de San Sebastián o en el salón de casa, a 15.30 horas, y esto que veo es Antena 3? La segunda mitad del metraje de Chloe, del canadiense Atom Egoyan, cinta que abrió la competición oficial, da al traste con un filme de sólidas interpretaciones y con una exploración conocida pero siempre interesante: los misteriosos mecanismos del deseo. Un tema que Egoyan ya había abordado de manera más sutil en Exótica (1994).
"Es una película sobre el matrimonio, sobre la manera que tenemos de reinventarnos una y otra vez para seguir manteniéndolo vivo", comentaba ayer el director. Catherine (Julianne Moore), en plena crisis de la mediana edad y en vistas de que su marido (Liam Neeson) parece estar poniéndole los cuernos, decide contratar a una prostituta, Chloe (Amanda Seyfried), para que ésta lo seduzca. El pobre no sabe que eso del control poco le importa al deseo.
Egoyan maneja con torpeza el suspense hasta llevarnos a una resolución evidente y atropellada
Ante los medios, Egoyan se emocionó al recordar la repentina muerte de Natasha Richardson, esposa de Neeson, durante el rodaje. "Nos afectó profundamente. Estábamos conmocionados. Él volvió poco después del funeral y fue increíblemente emocional que siguiera rodando, teniendo en cuenta el papel y las escenas que tenía que hacer. Nunca podré agradecérselo debidamente", reconoció.
Pero la emoción de Neeson y Moore no basta. Egoyan maneja con torpeza el suspense hasta llevarnos a una resolución evidente y atropellada, que echa por tierra la primera mitad de la película. A la vez va componiendo una reflexión sobre la persuasión y la ficción -a través del relato que Chloe le va narrando a Catherine-, que acaba desperdiciada una vez que Amanda Seyfried mira de frente a la cámara y empieza una debacle a la que no asiste ni tan siquiera Pasolini, a quien Egoyan confesó deberle esta película.
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