Este artículo se publicó hace 16 años.
El tacón envenenado de Europa
La fábrica de Ilva (Taranto, Italia) es la mayor siderúrgica de Europa y una de las más contaminantes
Fábrica de humo: La central de Ilva, propiedad del grupo acerero italiano Riva, emite 9,5 millones de toneladas de CO
En las afueras de la ciudad de Taranto, en la sureña región italiana de Puglia, se eleva Ilva, la mayor fábrica de acero italiana y, también, la mayor de Europa. En esta ciudad de 200.000 habitantes, la zona industrial es cuatro veces más grande que el centro.
La fábrica de Ilva, propiedad de la compañía Riva, ocupa 15 millones de metros cuadrados, tiene 14.000 trabajadores y genera 10 millones de toneladas de acero al año, el 50% de la producción nacional. Origina también 9,5 millones de toneladas de CO2, según datos del EPER (European Pollutant Emission Register) de 2004, lo que la sitúa entre las diez más contaminantes de Europa. Y en la provincia de Taranto se registra una incidencia de tumores del 20% ó 30% superior a la media del país.
"Cuando era niño, al lado de mi casa había muchas granjas", recuerda Francesco Ruggieri, que nació en 1957 en el barrio de Tamburi, también conocido como el barrio de los muertos vivientes, la ciudad dormitorio pegada a la parte a caldo (caliente) de la fábrica, donde se encuentran las instalaciones más contaminantes y peligrosas. "Pero cuando era adolescente", continúa Ruggieri, "los balcones de las casas empezaron a estar siempre cubiertos de carbón y polvo. No podíamos hacer deporte ni actividades al aire libre; teníamos que ir a jugar a otros barrios".
Ruggieri trabajó 20 años en Ilva. Desde 1995 dirige la ONG Aiutiamo Ippocrate (Ayudemos a Hipócrates), dedicada a la memoria de Maria Angela Miola, su mujer y compañera de trabajo en Ilva. Hace diez años, murió de cáncer de cerebro. Dos de los abuelos de Ruggieri, que vivían con su familia, murieron de enfermedades pulmonares. La asociación, dedicada a mejorar las condiciones ambientales de la región, ha organizado huelgas de hambre y marchas al Parlamento, lo que permitió, entre otras cosas, que desde hace seis años existan centros en la ciudad de radioterapia oncológica.
Cuando se abrió la fábrica, en los años sesenta, el Gobierno no tenía el conocimiento ni el interés para proteger el medio ambiente. Hoy, en Italia, sólo el segundo sigue faltando. Y es que Ilva no es la única que arruina el medio ambiente tarantino. A su lado se alzan la refinería petrolífera Agip-Eni, la termoeléctrica Edison y la cementera Cementir.
Salud y turismo"En los años sesenta, Ilva significaba una gran oportunidad de trabajo y desarrollo para los ciudadanos", explica Roberto Petrachi, secretario de Tarantoviva, una asociación ambientalista. "Hoy, la fábrica es un problema no sólo para la salud de la población, sino también para las posibilidades de turismo en la zona".
Ya en 1995, un informe de las autoridades sanitarias locales denunciaba niveles de benzo-apirene (un agente cancerígeno) que superaban 137.000 veces los niveles tolerables. "En Taranto se ha producido un aumento general de tumores hematológicos del 35% con respecto a hace diez años", señala Patrizio Mazza, responsable del departamento de Inmunología e Inmunohematología del Hospital Annunziata di Taranto.
El experto explica que la enfermedad que más aumenta son las leucemias crónicas y ciertos linfomas, aunque los médicos reconocen que el impacto sanitario actual es fruto "de las exposiciones de hace años" y por eso es muy complicado relacionar con certeza los casos de tumores con la situación ambiental de la zona.
Los afectados consideran, en todo caso, que lo más grave con respecto a Ilva es que puede seguir contaminando "todo lo que quiera, porque la legislación italiana, a diferencia de la de casi todos los demás países de su entorno, no establece límites al respecto", explica Giorgio Assennato, director de ARPA (Agencia Regional para el Ambiente) y docente de Medicina del Trabajo de la cercana Universidad de Bari. "Ilva podría emitir hasta 100 nanogramos por metro cúbico de dioxinas [un poderoso veneno que provoca diversos problemas de salud] y, sin embargo, estar respetando la ley".
Las cosas pueden cambiar en Ilda, en todo caso, aunque los afectados no son demasiado optimistas al respecto. La Administración regional ha pedido a la compañía rebajar las dioxinas en el orden de 1 nanogramo por metro cúbico, mientras la empresa propone 3,5 nanogramos. Las concentraciones, a día de hoy, se calculan entre 4 y 8 nanogramos. "Si queremos dar una imagen de cambio, lo ideal sería ajustarnos a los parámetros europeos, que requieren rebajar las dioxinas hasta 0,4 nanogramos por metro cúbico", opina Petrachi. "Las instituciones locales, los sindicatos y el Gobierno siguen dando prioridad absoluta al trabajo", concluye Ruggieri.
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