Este artículo se publicó hace 15 años.
El Teatro Real se regocija con el realismo de "Las bodas de Fígaro" de Sagi
Risas y aplausos casi desde el primer minuto de la primera escena han hecho presagiar que el estreno de "Las bodas de Fígaro" esta noche en el Teatro Real iba a acabar como lo ha hecho: una fiesta de "bravos" para el montaje de Emilio Sagi, que ha puesto de "tó" en escena, desde botijo a castañuelas, y ha logrado un fino erotismo con aroma de azahar.
Entre los intérpretes, la mayor ovación se la han llevado ellas, Bárbara Frittoli, en el papel de la contessa, e Isabel Rey, en el de una Susanna que, como el propio Sagi decía en la presentación de esta ópera "perfecta" de Mozart, ha estado "brillante y luminosa e incluso petarda".
Sagi ha preparado una degustación de realismo, en el que todo es lo que parece, con la complicidad absoluta de Jesús López Cobos, que, como había anunciado, ha disfrutado "convirtiendo a la orquesta en un cantante y a los cantantes en orquesta" siguiendo, en facsímil, la partitura original que escribió Wolfgang Amadeus Mozart en 1786 con libreto de Lorenzo da Ponte basado en la obra de Beaumarchais.
En las casi cuatro horas de representación, que "merecen la pena", según Sagi, aunque sólo por escuchar al personaje de la contessa decir al final "yo soy más comprensiva y os concedo el perdón", Rey, Frattoli, Ludovic Tezier (conde), Luca Pisaroni (Fígaro), Marina Comparato (Cherubino), Stefania Kaluza (Marcellina), Carlos Chausson (Bartolo) y Raúl Giménez (Basilio) se han movido con soltura y lo que parecían sinceras ganas de divertirse por el escenario.
Cuando Fígaro se pone "tremendo" con Susanna en la escena del acto IV en el jardín, en el que se ha notado el -tenue- aroma del azahar en el que estaba empeñado Sagi, Rey y Pisaroni parecían al borde de la risa cuando él cantaba "a vuestros pies me postro" y el zapato de ella ha salido volando.
Tampoco tenía desperdicio la escena en la que la Frittoli y Rey cantan la invitación a la infidelidad, aquello de "sotto i pini", y la contessa, en catavinos, y Susanna "a morro" se "arrean lingotazos de vino fino", como decía Sagi.
El regocijo ha escoltado cada intervención del enredo de Mozart y da Ponte, pero las escenas más celebradas han sido, en el primer acto, el trío del conde, Susanna y Basilio, con Cherubino escondido en la cama, en el que todos han desplegado virtuosismo con una vis cómica inusual, y el sexteto del tercer acto en el que se revela la paternidad de Fígaro.
En el escenario -en cuyo diseño se estrenaba en el Real el que fue durante diez años su director técnico, Daniel Bianco- la "hiperrealidad sevillana" se enseñoreaba: del botijo salía agua, la contessa se comía una tostada, Susana calmaba su sofoco bebiendo, las castañuelas sonaban en el baile de esponsales, y el frescor del jardín llegaba hasta los espectadores.
Sagi, que fue director artístico del Real de 2002 a 2005, ha logrado con este montaje, que producen el Real, la ABAO (Bilbao) y el Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria), ser el más aclamado al término de la representación, para la que han ideado una suerte de telón "a la antigua" que separa eficazmente los actos y algunas escenas.
"Desde el primer momento pensé que 'Las Bodas' tenían que ser hiperrealistas, en Sevilla, de época y con perfume español", decía Sagi en la presentación y, a juzgar por la reacción del público, ha logrado un entusiasmo similar que el que levantó con su aclamada versión de "El barbero de Sevilla" (2005) para el Real.
"Las bodas de Fígaro", que cierra el día 27 la temporada del Real, se emitirá el día 16 en directo a más de 60 cines de España y Europa, y se grabará en DVD para su posterior comercialización.
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