Este artículo se publicó hace 17 años.
El Teatro Real saca a la calle a su orquesta en su décimo aniversario
El Teatro Real cumple el próximo jueves el décimo aniversario de su reapertura y, hoy, para celebrarlo, ha sacado a la calle a "las diferentes familias" que componen una orquesta para que mayores y pequeños vieran cómo funcionan y, sobre todo, cómo suenan los instrumentos que tocan.
Diez años no se cumplen todos los días, y los organizadores querían darle un tono desenfadado y didáctico al acto. De conseguirlo se encargó un singular maestro de ceremonias: el tenor Enrique Viana, ataviado con un inclasificable traje largo de terciopelo rojo y cordones dorados, rematado por un aparatoso sombrero. No se facilitó el nombre del diseñador de tal atuendo.
"¿De qué va vestido?", se preguntaba atónita la gente que abarrotaba la explanada de la plaza de Oriente, en la que se había situado el escenario. Viana se encargó enseguida de explicarlo: "soy el telón; el que sabe lo que se cuece detrás de él cada día, y no un telón cualquiera, porque soy hidráulico".
A partir de ahí, ese "telón" que se levantó hace diez años para la solemne gala de reapertura del Teatro Real, tras una década de obras y un coste superior a los veinte mil millones de pesetas de las de entonces, le fue explicando a la gente lo que es una orquesta, que en este caso era la Orquesta-Escuela de la Sinfónica de Madrid, dirigida por José Antonio Montaño.
Ese grupo de músicos que tomó forma a principios del XVIII y que, a mediados del XIX, ya tenía una composición similar a la de hoy día se parece, según Viana, "a una comunidad de vecinos", integrada por cuatro familias (cuerdas, madera, metal y percusión) que viven en un mismo edificio y en el que, aparentemente al menos, todos se llevan bien.
No es frecuente, si de una orquesta se trata, escuchar a los miembros de cada una de esas familias tocar por separado, pero, hoy, violines, violas, violonchelos y contrabajos hicieron las delicias del público con sus singulares sonidos y con las técnicas que utilizan "para seducir", como el pizzicato y el trémolo.
Y, así, cada una de las familias de la orquesta fue desgranando sus sonidos de forma aislada para hacer al final lo que mejor saben: tocar al unísono bajo la batuta del director, "el administrador del sonido y del tiempo", según lo definió Enrique Viana, que en más de una ocasión reclamó "una sombra" para protegerse del intenso sol que caía sobre la plaza de Oriente.
Una tarta de cumpleaños, con diez velas, puso fin a la celebración matutina del aniversario del Teatro Real, que divirtió sin duda al numeroso público asistente.
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