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Terremoto en Alcorcón

Un Segunda B le da una tunda histórica a un Madrid que jugó plagado de internacionales

LADISLADO J. MOÑINO

Para cambiarse en un vestuario que huele a linimento y a humedad, que no tiene jacuzzi ni cómodas camillas de masaje hay que sentir el juego, el partido que se va a disputar. Para saltar a un campo cuyas gradas no tienen más de diez filas y en el que las vallas publicitarias anuncian el comercio local en vez de mercancia lujosa, hay que bajarse al fútbol sentido. Hay que ponerse en la piel de esos parias que lo único que tienen es el orgullo futbolístico para demostrar que no son unos maderos.

Ninguno de los futbolistas que alineó ayer Pellegrini entendió lo que significa enfrentarse a un equipo de Segunda B. Para jugar determinados partidos hay que sentirse tan futbolista como se sintieron todos los jugadores del Alcorcón. Eso implica prepararse para el fútbol que se va a jugar: presión, velocidad e ilusión. El Madrid se preparó para una pachanga que se transformó en una debacle histórica que ha tumbado el segundo proyecto de Florentino Pérez.

La derrota es un terremoto de las que no deja estamento en pie. Esas hecatombes son tan devastadoras para los que trabajan en el club como para la afición. El madridismo le esperan días duros en la capital. Las barras de los bares esperan socarronas.

A los tres minutos Dudek ya era el mejor jugador de su equipo

La concentración previa que diseñó Pellegrini quedó desarticulada. Y eso que ya el año pasado en El Ejido se llevó un 5-0. Para qué sirvió si a los tres minutos Dudek ya era el mejor jugador de su equipo. El Madrid vivió un calvario como los que solían hundirle en Alemania. Con la diferencia de que el fútbol huracanado provenía de la periferia de Madrid. De un club con 1.300.00 euros de presupuesto. El Madrid fue manoseado, y bailado desde el primer minuto. Desde que a Guti se le anticiparon en la primera jugada y le robaron la pelota.

El centrocampista fue la cara más relevante de la impotencian y la vejación a la que fue sometida el equipo y la historia del club. Desesperado, lazó un hachazo y cuando se sentó en el banquillo hizo una peineta a los seguidores del Alcorcón.

Su gesto, en una noche como la de ayer es, como mínimo, para bajarle del escalafón de los capitanes.La tunda del Alcorcón fue desde la pelota, sin malos modos, jugando un fútbol que el Madrid no ha enseñado en toda la temporada. El meneo desde ese juego tocado cuestiona todas los argumentos que dicen que el Madrid no tiene jugadores para tocar la pelota como el Barça. ¿Y el Alcorcón sí?

En cada gol que encajó el Madrid se apreció esa falta de conciencia, esa apatía de jugadores sobrados. El primer tanto nació de un saque de banda ejecutado con rapidez. El resto, de los agujeros en las bandas, esos que dice Pellegrini que no existen amparado en unas estadísticas que han adelgazado arriba y atrás. Todos esos números grandilocuentes eran espejismos. No explicaban que el Madrid no es un equipo. Que así, Santo Domingo puede ser San Siro.

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