Este artículo se publicó hace 15 años.
El Tourmalet se subirá a tres días del final, no habrá contrarreloj por equipos y sí una prólogo en Rotterdam
El Tourmalet y sus 2.115 metros de altura, sus 19 kilómetros de ascenso con una pendiente media del 7,4 por ciento situados a tres días del final del Tour de Francia serán el juez de la edición de 2010 de la ronda gala, cuyo recorrido fue presentado hoy en París.
La mítica cima será la guinda del pastel con el que los organizadores han querido celebrar el centenario del primer paso del pelotón por los Pirineos, convertidos para la ocasión en el plato fuerte de una edición donde la contrarreloj ha quedado relegada a un papel secundario.
Más montaña que el año pasado, un regalo para los escaladores que, al tiempo, han visto relegados a 59 los kilómetros cronometrados y han visto desaparecer la contrarreloj por equipos. Una única crono larga a la que hay que añadir el prólogo inicial en Rotterdam del próximo 3 de julio que cuenta con ocho kilómetros. En total, menos de 60 kilómetros de los casi 3.600 totales.
Si la montaña será el plato fuerte del Tour de 2010, los Pirineos serán los que le pongan más intensidad a la edición. Y el Tourmalet el que personifica esa apuesta de los organizadores por ese macizo.
En dos de las cuatro etapas pirenaicas el pelotón ascenderá el Tourmalet. En la etapa 16 será una subida más y se hará por el lado de La Mongie, el más liviano, con 17,1 kilómetros al 7,4 por ciento.
Pero los ciclistas lo mirarán de frente de nuevo en la última etapa de montaña, a tres días de que el Tour eche el telón y lo hará por el lado más duro, por Barèges. Entonces no será una mera comparsa, sino el auténtico juez, meta de una etapa por segunda vez en la historia del Tour, después de que lo fuera en 1974.
Antes, los ciclistas habrán ascendido el Marie-Blanque y el Soulor y tendrán que echar el resto para llegar los más alante posible en la general.
Del veredicto del Tourmalet sólo quedará una apelación, la de los 51 kilómetros de contrarreloj entorno a los viñedos bordoleses que dejarán, ahora sí, vista para sentencia la general.
Serán las migajas que han dejado a los contrarrelojistas, que antes se habrán pelado con 23 puertos, tres llegadas en alto y nueve de las 20 etapas de montaña o media montaña.
Como un homenaje, se subirán todos los puertos pirenaicos que se ascendieron en 1910, cuando Octave Lapize, que atravesó a pie el Tourmalet en cabeza, llamó "criminales" a los organizadores que habían programado esas subidas inhumanas.
"Un regalo para Contador", opinaba hoy el director del Caisse d'Epargne, Eusebio Unzúe, que señaló al madrileño como el principal candidato para renovar su triunfo.
El director de la carrera, Christian Prudhomme, rechazaba todo favoritismo: "Este Tour se empezó a diseñar antes de que Armstrong anunciara su retorno", dijo.
Pero la ronda gala no ve con malos ojos otro Tour animado por los dos tenores de la pasada edición, sin olvidar al luxemburgués Andy Schleck, segundo en los Campos Elíseos de París.
"Sueño con tres favoritos en tres equipos diferentes y que no desaprovechen un kilómetro para sacar ventaja", resumió Prudhomme.
Hacerlo realidad depende, en buena medida, de que Contador aclare su futuro, que cada día parece más cerca del Astana, a condición de que los kazakos den solidez a su proyecto.
Al madrileño no le asusta nada si encuentra una formación que le respalde y Astana cuenta con el doble ganador del Tour para no perder su puesto entre los mejores. De lo contrario, podría verse obligado a la desaparición.
Armstrong, por su parte, sigue poniendo cimientos a su equipo RadioShack y, por el momento, rechaza que su rivalidad con Contador sea buena para ellos. "Pude que el ciclismo salga beneficiado, pero no nosotros", aseguró en París tras contrastar que, en la búsqueda de su octavo Tour, deberá afrontar más montaña y menos contrarreloj.
Una combinación que beneficia al pequeño de los Schleck, experto con la carretera cuesta arriba y más torpe cuando se trata de medirse en solitario contra el crono. A Andy, sin embargo, le hubiera gustado que hubiera todavía más montaña.
Los tres coincidieron en que la última semana, la de los Pirineos, la del Tourmalet, será la clave. Pero ninguno quiso olvidar la primera, cuando el Tour se adentre en recorridos de la París-Roubaix, de la Lieja-Bastoña-Lieja o de la Flecha-Valona.
Los posibles abanicos cuando bordeen el mar del Norte y, sobre todo, los adoquines de la tercera etapa entre Wanze y Arenberg -trece kilómetros en total, once de ellos al final- aparecen como una emboscada peligrosa. El que salga vivo, se medirá al tribunal del Tourmalet.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.